Comunidad de Madrid

El perfil / El perfecto escudero por Pilar Ferrer

La Razón
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Conoce al dedillo los entresijos de la Comunidad de Madrid. Y ha sido el único en quien Esperanza Aguirre depositó toda su confianza durante su largo mandato. Ignacio González, Nacho para los amigos, fue el auténtico confesor, una especie de doble de la ya ex presidenta. Nacido en la capital del Reino, licenciado en Derecho, su vida ha estado fuertemente ligada a Madrid, a cuyo Cuerpo Técnico Superior del Ayuntamiento accedió por oposición. Allí conoció a Esperanza, por entonces en el equipo de José María Álvarez del Manzano, e inició su vida política. Sus dos grandes mentores en el PP fueron la propia Aguirre y Ángel Acebes. Con ella sería subsecretario de Educación y Cultura, y con Acebes secretario de Estado de Inmigración y Extranjería en el Ministerio del Interior. Profundo conocedor de la Administración, trabajador incansable, supo dominar con habilidad los resortes del Gobierno autonómico y del partido. En sus nueve años como número dos ha sido un verdadero «apagafuegos» de cualquier conflicto regional, encajando con maestría maniobras y guerras de poder. Alzó una voz crítica en el Congreso de Valencia, que entronizó a Mariano Rajoy, para obtener después el visto bueno de Génova y entrar en el Comité Ejecutivo Nacional. Ganó el pulso con Francisco Granados y obtuvo la Secretaría General del PP madrileño. Y soportó estoicamente ataques mediáticos que no minaron un ápice los favores de Aguirre. Es resistente, discreto y fiel hasta el extremo, sin más ambición que ese poder «en la sombra», hoy ya en primera fila. Nadie como él se lo merecía. Por tenacidad y discreción. En todos estos años, ha sido el perfecto escudero de Esperanza, en todos los flancos. Aficionado a los toros, a la música y al dibujo, que relaja con algo de deporte sus intensas horas de trabajo. Lector empedernido, voz y rostro del Gobierno autonómico, controlador de sus más complejas decisiones y estupendo gestor al frente del Canal de Isabel II, su ascenso es de justicia. Pero echará mucho de menos a «la jefa», como siempre la llamaba, confidente y amiga. Él sí que sabe, aunque como fiel escudero, se debe a su señora.

Pilar Ferrer