F. C. Barcelona
Fútbol sublime en el Camp Nou
En toda su historia, la Real Sociedad había ganado tres veces en el Camp Nou. Las tres, bajo circunstancias especiales, como tras un título azulgrana o con la Liga ya ganada. Ayer no se daba ninguno de esos casos. Los dosnostiarras intentaron plantar cara a un equipo que, a día de hoy, resulta imbatible y se llevaron cinco goles. Una cifra recurrente.
La Real es un equipo que va de cara. No entiende de faroles. Cuando llega a la mesa, enseña sus cartas y va hasta el final con ellas. Tiene menos ases que casi todos sus rivales, menos figuras incluso, pero eso no le deprime. Al revés, es una motivación añadida para que Lasarte convenza a los jugadores de su discurso. Y a fe que lo ha conseguido, porque la cotización del conjunto donostiarra no debe sufrir ninguna depreciación a pesar del 5-0. El único problema fue que enfrente se encontró con el mejor equipo del mundo, último partido con la enseña en la camiseta, en su mejor estado de forma de toda la temporada. En el mejor momento de la era Guardiola.
Los primeros siete minutos de la Real Sociedad fueron para enmarcar. Excelente presión en la salida del balón del Barça y consignas clarísimas cuando robaban. Abrir a banda, centrar a la primera y que Llorente cazase una. Griezmann por la izquierda hizo una labor impagable, buscando la espalda de Alves continuamente. Daba la sensación de que el Barça tenía uno de esos partidos en los que sale dormido y hace falta que Guardiola lo arregle en el descanso. No fue el caso. Los azulgrana viven un momento dulce, casi extraordinario, y tardaron poco más de siete minutos en dar con la tecla adecuada.
Guardiola dijo el sábado de Pedro que «un hijo de gasolinero no puede ser mala persona». «Ni mal jugador de fútbol», habría que añadir. El canario no hace ruido, ocupa pocas portadas, pero completa un trabajo impagable que le ha convertido en insustituible. Es el primero que presiona y domina el juego al primer toque. Además, le tiene robado el corazón al Camp Nou.
Pedro participó en los dos primeros goles de manera decisiva. La buena labor defensiva de la Real Sociedad obligaba al Barcelona a desplegar su mejor juego de toque, veloz y preciso, para encontrar algún espacio. Si Messi, Pedro y Villa merodean el balón, la cosa es más fácil. El canario tiró el desmarque por la derecha, Messi le colocó el balón en profundidad y el centro lo remató a placer el «Guaje». Pareció fácil, pero fue una jugada de una precisión extraordinaria.
La Real no bajó los brazos, pero vio cómo crecía el Barça y decidió replegarse un poco más. El balón sólo era azulgrana y empezó a rodar con tanta velocidad que a los donostiarras se les hizo imposible interrumpir el juego del rival. La pelota siempre iba por delante. El gol de Iniesta también fue para enmarcar. Después de una serie interminable de toques, Pedro quedó con el balón en el área, Iniesta le dobló, recibió y batió a un desarbolado Bravo. El Camp Nou, en pie, aplaudía el fútbol sublime que estaba desplegando su equipo. En esta pequeña orgía futbolística, merece una mención Mascherano, que cada día está más adaptado al juego azulgrana y, viniendo de donde viene, tiene mucho mérito que lo haya conseguido en tan poco tiempo.
No perdió ritmo el partido tras el descanso. Un minuto tardaron Messi y Alves en dibujar una obra de arte que el argentino transformó en gol. Tres paredes seguidas ante las que la Real sólo pudo mirar. Pero la «Pulga» quería más, con «CR7» en su punto de mira, y se inventó el cuarto él solito. Bojan cerró el marcador con un tanto de rabia.
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