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Los argelinos dan la espalda a las urnas

Los argelinos dan la espalda a las urnas
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Argelia celebró ayer elecciones parlamentarias, que fueron presentadas por las autoridades como las más libres y democráticas de su historia. Pero la baja participación, que el Gobierno estimaba cercana al 42 por ciento, demostraba el rechazo mayoritario del pueblo a la «democracia» ofrecida por el régimen del presidente Abdelaziz Buteflika, que sobrevivió a la ola revolucionaria que barrió el norte de África el año pasado. A pesar de que Argelia fue uno de los primeros países árabes en los que se dieron protestas por las pobres condiciones de vida y en contra de la dictadura de Buteflika, el país no acabó rebelándose sino tomando el camino de las reformas, después de haber vivido una sangrienta guerra civil en los años noventa, que se desencadenó después de que el Ejército anulara los resultados de unas elecciones democráticas, las últimas celebradas hasta ayer.

Un referéndum a las reformas
«Argelia es nuestra primavera», ha sido el lema oficial que invitaba a los ciudadanos a votar: más de 21 millones de personas de una población de 37 estaban llamados a las urnas, pero los analistas ya preveían una baja participación, incluso inferior a la de las últimas elecciones, en 2007, que alcanzó un 36 por ciento. El Gobierno aspiraba en esta ocasión a un utópico 45 por ciento, que no ha logrado ya que los argelinos han dado la espalda a la jornada electoral.

El régimen o «el poder», como lo denominan en Argelia, necesitaba que los ciudadanos acudieran a las urnas para poder legitimarse, en lo que ha sido interpretado como un referéndum de su «democratización», en la que se enmarcan los comicios y la reforma constitucional que tendrá que llevar a cabo el nuevo y ampliado Parlamento que salga de las urnas. 500 observadores internacionales se encuentran en Argelia para dar credibilidad a esta apertura democrática y José Ignacio Salafranca, jefe de la misión de la Unión Europea, que aporta 160 de ellos, aseguraba ayer al mediodía que la jornada electoral se estaba desarrollando con normalidad. Salafranca, eurodiputado español, destacó en la capital, Argel, la importancia del nivel de participación y de la transparencia del proceso electoral.

El Ministerio de Interior argelino desplegó un gran dispositivo de seguridad –60.000 policías y 90.000 gendarmes– en las 48 provincias del país, para asegurar que los comicios tuvieran lugar sin incidentes, pero la ONG Human Rights Watch ha denunciado que se han reprimido las posibles protestas de cara a las elecciones, arrestando a aquellos sospechosos de querer manifestarse y limitando sus movimientos. El levantamiento del estado de emergencia en febrero del año pasado fue una de las medidas adoptadas por las autoridades para calmar la ira popular, en un país en el que se han registrado más casos de inmolaciones que en el vecino Túnez, donde un joven que se quemó a lo bonzo fue el detonante de las revoluciones que han recorrido los países árabes.

El presidente Buteflika ha buscado durante la campaña ganarse la confianza de las nuevas generaciones, que han liderado el movimiento de boicot a los comicios y el sentimiento de apatía y desconfianza en un sistema corrupto y dominado desde hace 50 años por el Frente de Liberación Nacional. «El régimen argelino es una gerontocracia desconectada de las demandas de una sociedad muy joven», explica a LA RAZÓN Haizam Amirah Fernández, investigador para el Mediterráneo y el Mundo Árabe del Real Instituto Elcano. Los menores de 30 años, que representan el 70 por ciento de la población y se ven fuertemente afectados por los problemas del paro, la vivienda y la falta de oportunidades, intercambiaban ayer mensajes en la red social Facebook animándose a no participar en lo que muchos consideran una farsa o, por lo menos, un proceso vacío que no cambiará nada. Además de que el Parlamento tiene poderes limitados, la oposición forma parte de alguna forma del régimen, que ha legalizado a decenas de partidos en los últimos meses, 44 de los cuales toman parte en las elecciones legislativas, aunque ninguno de ello tiene la fuerza para hacerse con una mayoría importante, ni ha sabido ilusionar a los electores y convencerles de que representan una alternativa al FLN. Los analistas vaticinan una victoria o, al menos, un aumento de la presencia islamista: la alianza religiosa «Argelia Verde», formada por el Movimiento de la Sociedad por la Paz (MSP), Al Islah (La Reforma) y Al Nahda (El Renacimiento), pretende dominar la futura cámara de 462 escaños.
Pero esto no supondría un cambio drástico en el país, ya que el MSP ya es la tercera fuerza del parlamento, donde actúa como oposición, y está también presente en el Ejecutivo con cinco ministros. «Hay fuerzas islamistas que están toleradas por el régimen y ya forman parte de él, no ponen en duda su naturaleza ni el sistema de gobierno», tal y como asegura Amirah Fernández. Buteflika incluso podría nombrar a un primer ministro islamista, como ya ha ocurrido en el vecino Marruecos.

Está por ver si el boicot de la mayoría de la población a los comicios que ayer se celebraron en Argelia servirá como una llamada de atención al régimen y causará una crisis de legitimidad o un cambio en su estrategia para perpetuarse en el poder. Y, en palabras del analista del Real Instituto Elcano, «si la indiferencia se transformará en descontento y activismo» en las calles argelinas o si, por el contrario, no supondrán un punto de inflexión en el régimen de Buteflika.