Colombia
Pico de Loro la cima de los valientes
La Ruta Quetzal BBVA comienza su andadura por Colombia con 10 horas de marcha selvática por el Parque Nacional de los Farallones de Cali
En Colombia, como en la Ruta Quetzal BBVA, amanece pronto. Apenas han comenzado a destellear los primeros rayos de sol sobre Cali cuando los 224 jóvenes que este año integran la expedición ya están en marcha. La Ruta no da tregua y pronto lo van a comprobar. Es su primer día en las otrora tierras del "Reyno de Nueva Granada", y sin embargo ya están a punto de enfrentarse al que será uno de los mayores desafíos de esta XXVII edición: la ascensión a Pico de Loro, una mole de 2.860 metros de altura que se alza como un vigía sobre el fértil valle del río Cauca, en la cordillera occidental de los Andes colombianos. Hacer cima en esta montaña, que forma parte del Parque Nacional de los Farallones de Cali, no es una tarea apta para todos los públicos, ni siquiera para los más aguerridos ruteros ni para los periodistas que acompañan a la Ruta en esta ocasión. Tan sólo 40, de los casi 300 miembros que componen la expedición -incluida organización-, lograrán su objetivo tras diez horas de caminata infernal.
La ruta comienza pasadas las 9:00 junto al curso medio del río Pance. La joya verde que es esta zona es uno de los lugares preferidos por los "caleños"para pasar el fin de semana, pero no siempre fue así. Por el mismo motivo que Colombia es un país en el que el turismo es aún una industria en ciernes, el parque permaneció cerrado durante años por culpa de las FARC, la guerrilla colombiana, que controlaba -y todavía lo hace- extensas áreas del país, entre ellas esta. Ahora las cosas están más tranquilas y los turistas han comenzado a llegar, si bien con cuentagotas. No obstante, cada movimiento de la Ruta Quetzal es seguido al milímetro por la Policía y el Ejercito -armados hasta los dientes-, que velan constantemente por que nada enturbie el desarrollo de la expedición.
Iniciada la caminata -por llamarla de alguna forma-, nada hace presagiar lo que está por venir. Tras dos horas de marcha, la Ruta se divide: 30 chavales y 15 miembros de la organización -incluidos cinco informadores españoles- se encaminan rumbo a Pico de Loro, mientras que el resto toma una camino alternativo, y mucho más asequible, hacia unas cascadas cercanas. La ascensión emprendida por los más valientes y los más duros avanza entre un bosque tropical húmedo tornándose más difícil a cada paso. A pesar de la elevada altitud, la selva lo cubre todo a ambos lados del angosto sendero y el calor y la humedad hacen irrespirable el ambiente. El barro y el lodo se entremezclan en el suelo con resbaladizas rocas. La pendiente, -¡en algunos casos cercana al 75!- obliga a trepar agarrándose a las ramas y las raíces. La marcha se ha convertido en una escalada que por poco obliga a muchos -entre ellos a mí mismo- a desistir en su empeño. Pero el premio es demasiado suculento y las fuerzas aparecen de la nada. A las 15:00 por fin coronamos. Un mar de nubes se cierne ante nosotros, pero la suerte quiere que el día aclare y el sol aparezca. Todo lo pasado ha merecido la pena.
Pero aquí no acaba la aventura. El descenso, si bien requiere menos esfuerzo, entraña una extraordinaria dificultad y peligrosidad. El fango bajo nuestros pies y la pared casi vertical que es nuestro camino hacia el valle convierten la bajada en una tarea titánica. Al esfuerzo y el cansancio que comienzan a hacer mella en el grupo se une un enemigo inesperado: la noche. La luz cae más rápido de lo que quisiéramos y hay que darse prisa, pero las piernas no responden. Ya con las estrellas poblando el firmamento y las luciérnagas centelleando sobre nosotros, el grupo culmina su objetivo. Con los pies y las rodillas doloridas, el último tramo hasta el campamento reserva una última sorpresa. Apiñados en un camión militar, el mismísimo Ejercito nos conduce hasta el final del camino a toda velocidad. El infierno sobre la tierra que ha sido la marcha toca a su fin, pero con la satisfacción de ver cumplida la misión. Las ampollas y las agujetas serán el único recuerdo que quede a la mañana siguiente. Pero Pico de Loro permanecerá en sus retinas para el resto de sus vidas.
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