Nueva York
Maridos y mujeres por María José Navarro
Vaya, vaya y vaya. Ahora resulta que a Dominique, lo que le pasaba es que era tonto. Mecachen la mar. Ya decíamos aquí en su momento (perdonen que me autocite, pero es la primera vez que lo hago) que lo más vergonzoso del ex director del Fondo Monetario Internacional no es que fuera un violador.
Lo peor que le podía pasar al tipo en cuanto a bochorno es que pensara que era más listo que los demás, y parece que cantamos línea y bingo con la suposición. Strauss-Kahn, viejo pichabrava, conocido salidillo, intuyó que sus adversarios eran idiotas. Se plantó en un hotel con cara de estar por encima del nivel de ignorancia general y cometió tantos errores que ahora se ve en un lío. Un lío que será menos lío a medida que sus todopoderosos abogados le saquen las castañas del fuego, claro. Dicen los fans de Anne Sinclair que lo único que jamás podrán perdonar a DSK (Dominique Strauss-Kahn, ese hombre) es que le falte a los ojos más hermosos de la televisión francesa. Las que jamás hemos admirado esos ojos porque nuestra parabólica no pillaba canales con facilidad y la hemos tenido que localizar ya talludita, estamos, desde hace unas semanas, ojipláticas. Que Anne Sinclair tenga unos preciosos ojos, para empezar, no es mérito suyo. La naturaleza otorga esos regalos sin esfuerzo, ínfimos e insuficientes, por lo visto, para su señor esposo, a juzgar por la querencia a tocar traseros ajenos.
Que Anne Sinclair sea una excelente periodista sí que es una virtud atribuible al carácter de la señora y seguramente labrada con tesón y mucha dedicación. Que Anne Sinclair haya animado a las mujeres de su país y a las del mundo entero a despojarse de las cadenas tradicionales que permiten la igualdad real y que otorgan a las chicas la capacidad de sublevarse ante situaciones indignas y humillantes, es también de agradecer. Que Anne Sinclair acepte los escarceos habituales de su esposo con la primera que se ponga a tiro es de su absoluta incumbencia y serán muchos los que salten de sus sillones para pedir privacidad para las relaciones de pareja y para lo que le venga en gana a esta pareja y a mí me parece perfecto, pero me da cosica. Me da cosica pensar que Anne Sinclair aún pueda aparecer orgullosa al lado de un esposo que, en cuanto sale de casa, parece que le tira a los aviones. Porque lo que se destila de toda la truculenta historia del encuentro entre la camarera y DSK en el famoso hotel de Nueva York es que al caballero le vale cualquiera. Vamos, que no es el primer culo que pellizca el tal Dominique. Que Anne Sinclair trague no la hace peor periodista ni peor mujer. Es, sin duda, un estupendo felpudo. Por amor o por interés. Que Anne Sinclair no cuente conmigo.
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