San Francisco
San Francisco un maratón místico en el Arena
Tacones y sandalias, tirantes de lino y traje de chaqueta, músicos llegando a la Casa de Campo en pantalón corto...
El mix era total ayer en el Madrid Arena: abonados del Real, turistas, Sinde, Gallardón, Mario Vargas Llosa y el cardenal Rouco Varela, entre otros, acompañaron ayer a Mortier en el estreno de su gran hit, «San Francisco de Asís», de Messiaen, una pieza decididamente religiosa de principio a fin. El novio de esta boda, es decir, Sylvain Cambreling, de blanco, para ejercitar las coreografías imposibles que requiere una partitura como ésta, apenas representada desde su estreno, frente a los 111 maestros de la Orquesta Sinfónica de Radio Baden-Baden, la más vitoreada de la noche. Preside el Madrid Arena, con una acústica sorprendente, la cúpula de 22 toneladas, 13 metros de diámetro y 14 de alturas, cuyos fluorescentes cambian de color según lo requiere la trama, bajo ella los músicos y los dos coros, cercados por una plataforma metálica que sirve de escenario.
Nada reprochó el público al trabajo musical, catedralicio por sus dimensiones, pero se echó de menos mayor dinamismo en la puesta en escena. Se cuestionó entre el respetable haberse trasladado hasta un escenario tan descomunal para asistir a un montaje minimalista, que descubre a San Francisco de Asís como precursor del cristianismo ecológico, tal es su preocupación en el libreto por lograr la comunión entre los humanos y el resto de criaturas creadas por Dios, especialmente los pájaros.
El reparto es casi íntegramente masculino, a excepción del ángel, interpretado por Camilla Tilling, muy aplaudida por su actuación en el último acto, el más emocionante y redondo de toda la ópera. Destacaron especialmente Alejandro Marco-Buhrmester como San Francisco y Wiard Witholt como el hermano León, además de Andrés Máspero, director del populoso coro.
Bajas en el segundo acto
La mayor preocupación del teatro era llenar las 21.500 entradas disponibles para toda la temporada en el Arena. Anoche, la mayor parte de las gradas del coliseo estaban pobladas de invitados y aún así se pudieron ver grandes claros en las tribunas laterales. El entusiasmo del primer acto de la obra dejó paso a una desbandada progresiva en el segundo, y unos cuantos no aguantaron para disfrutar del éxtasis del tercero.
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