Elecciones generales

El día después

La Razón
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Por mucha presencia que hayan tenido en estos días la campaña electoral y los políticos soltando frases para la historia –me quedo sin duda con la necedad de Juanito Barranco cuando dijo que «no hay nada más tonto que un trabajador de derechas»–, he conseguido salir indemne, sin pringarme ni mancharme, dedicándome mucho a Ben Laden a Strauss-Kahn. Han sido unos comicios interesantes, pese a las sentadas de los «ni-ni» en la Puerta del Sol, representando la manipulación de la izquierda radical, también la desesperanza y la impotencia de un país echado a perder por culpa de un Gobierno imposible e indecente, que no ha sido capaz de convocar elecciones anticipadas para dejar que otros vengan y traten de enderezar tantos desatinos económicos y sociales (nunca se me olvida la frase legendaria de Guerra, cuando dijo «a este país no lo va a reconocer ni la madre que lo parió», y buena razón tenía: España es hoy ejemplo de comportamientos groseros, antisociales y antirreligiosos, ejemplo de la falta de respeto por las libertades individuales, los últimos de la fila en educación y en cultura, copada por cuatro cómicos y media docena de cantantes melódicos o rockeros). Lo de ayer ha sido anticipo de lo que ocurrirá en las generales, si es que las mentes no se ofuscan. Nunca tanto ni con tanta fuerza se ha deseado un cambio. Los que vengan después de los años más desastrosos de nuestra democracia lo van a tener muy crudo, pero, al menos, habremos puesto el fin a esa era que todos preferiremos olvidar. Cuando escribo estas líneas pienso en lo absurdo que es tener que ir reconstruyendo lo que otros tumban. Desde 2004 no hemos levantado cabeza. Y mira que estábamos bien…