Acoso escolar
Salvajes caseros
La fundación Anar acaba de presentar su informe anual sobre niños y adolescentes en riesgo con el sorprendente dato de la duplicación de la violencia entre parejas adolescentes. Un 53 por 100 de las llamadas era de chicas, un 45 por 100 de varones. ¿Qué está pasando? Tras miles de campañas contra la «violencia de género» las nuevas generaciones se maltratan físicamente más que nunca. Muchos jóvenes son violentos y se dominan mal. Es hora de abrir un debate público. Quizá tengamos que concluir que el autocontrol no se aprende en los carteles del metro ni en los anuncios de televisión, sino en familia. Hace tiempo que especialistas de todo tipo alertan de una generación víctima de la dejación de responsabilidades de los cónyuges, sobrecargados de trabajo, ninguno de los cuales asume la tarea educativa. Si a este dato sumamos la progresiva lejanía de la gente de las Iglesias –donde se aprendían perdón y compasión– y el fracaso escolar de uno de cada tres adolescentes, tenemos un cuadro que amenaza a medio plazo con una sociedad hostil. El que hoy pega a la novia, o al novio, mañana arremeterá contra un vecino o cometerá un crimen. Hay mucho que discutir y cambiar pero tal vez sea lo primero recuperar la conciencia de que la educación es un trabajo a tiempo completo: para él, ella o ambos. Nos hemos marchado de casa y en la casa han crecido solitarios salvajes. Hay que mostrar buenos ejemplos, acompañar en el dolor, abrazar, reprobar y estimular, lo mismo que nuestros padres hicieron con nosotros, con menos dinero y mimos, pero con más tiempo y sacrificio.
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