Comunidad de Madrid
La crisis lleva al Ejército a utilizar a los soldados para limpiar y cocinar
El Ministerio de Defensa aprobó en el último Consejo de Ministros del año 2010 un acuerdo marco para los servicios de limpieza de instalaciones del Ministerio de Defensa en la Comunidad de Madrid con un valor máximo estimado de 83.004.697,77 euros.
Un mes antes, en el Ejército entraba en vigor una directiva del jefe de Estado Mayor (JEME), Fulgencio Coll, en la que planificaba los trabajos que deberán realizar los soldados de las distintas unidades en caso de que la situación financiera continúe en la línea actual. Esos trabajos son la seguridad de las bases, la limpieza, la recogida de basuras, la cocina, la jardinería y pequeñas «chapuzas». A medida que el dinero se vaya acabando, el JEME establece qué trabajos deberán realizar los soldados.
El objeto de la directiva a la que ha tenido acceso LA RAZÓN es «establecer las directrices para orientar el empleo del personal militar en la ejecución de determinados servicios en coherencia con los recursos económicos disponibles para la financiación de los mismos». Pese a que advierte de que la asunción de esos trabajos que hasta ahora estaban externalizados sólo se realizará en caso de «las limitaciones financieras sean de tal magnitud» que no se pueda financiar la contratación de empresas ajenas al Ejército, ya da una serie de instrucciones de cuáles son las prioridades.
Esfuerzo «imposible»
Los «escenarios financieros anuales fuertemente restrictivos», explica, hacen «imposible» mantener el esfuerzo en la externalización de los servicios de las instalaciones, por lo que, subraya la directiva, «es necesario replantearse cuáles de dichos servicios y en qué medida deberán de nuevo ser ejecutados con personal militar». Eso siempre teniendo en cuenta la disponibilidad de personal y los recursos financieros, además de mantener en la medida de lo posible al máximo nivel las capacidades operativas y logísticas de las unidades, que es, irónicamente, para lo que se externalizaron los servicios cuando se profesionalizó el Ejército.
La directiva considera servicios de externalización preferente, es decir, aquello que debe mantenerse en manos de empresas privadas mientras se pueda, la seguridad de las instalaciones, el servicio de mantenimiento de las infraestructuras cuartelarias, los servicios de saneamiento, los de alimentación y los de explotación en último lugar. La justificación a ese orden se basa en que, en cuanto a la seguridad, existe una imposibilidad material de ejecución con los soldados; en el mantenimiento, la exigencia de conocimientos especializados; en cuanto a los saneamientos, es decir, limpieza en general, porque «no resulta apropiado que la limpieza de ciertas zonas la ejecute el personal militar»; y en el caso de la explotación, que comprende lavandería, cafetería, sastrería, peluquería o bazares, porque «no resulta apropiada su ejecución por personal militar por resultar impropia a su condición», entre otras cosas.
Priorizar tareas
Si no se pudiera mantener esos servicios externalizados, las unidades deben optar primero por asumir los de mantenimiento de infraestructuras, luego los de saneamiento y después los de explotación (lavandería, cafetería, sastrería, peluquería y bazares). Más específicamente, si se tiene que prescindir de empresas externas, el JEME indica las prioridades en cada área. Así, en el caso de la seguridad, primero las de las instalaciones donde se alojan unidades de la Fuerza, luego donde lo hacen de la Fuerza y apoyo a la misma y después donde lo hacen sólo las de apoyo; en cuanto al mantenimiento de infraestructuras, los soldados deben asumir primero las pequeñas reparaciones, incluida la pintura; en los servicios de saneamiento, prioriza la limpieza de instalaciones; por último, respecto a la alimentación, señala, «todo lo relacionado con la confección de comidas», eso sí, por quienes tengan el título correspondiente de manipulación de alimentos.
Vista la situación, y consciente de que los militares tendrán que ir haciéndose cargo de estas tareas, el JEME subraya que deben evitarse «contrataciones genéricas, recurriendo a la contratación por lotes diferenciados que se adapten a las necesidades específicas de cada base».
La aplicación de la directiva del Jeme queda en manos ahora de la Inspección General del Ejército, que será el encargado de determinar qué servicios deberán realizar los soldados en función de las posibilidades económicas.
La crisis, en definitiva, terminará llevando de nuevo al Ejército a tiempos de la «mili».
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