Estreno

Esperanza epistolar

Klaus Härö no suele leer los guiones que le mandan. «No tengo tiempo», se disculpa. Pero un día la gripe lo mantenía confinado en su cama. «Estaba aburrido, y ya había hojeado todo lo que tenía a mi alcance. Me decidí a leer este guión, y en la página diez supe que quería hacer la película», explica el realizador.

 
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Aunque después construyeron juntos el definitivo, la idea original fue de Jaana Makkonen, una trabajadora social que concibió la trama basada en la relación entre Leila, una asesina condenada a cadena perpetua que, tras doce años en la cárcel, recibe el indulto, y el padre Jacob, un religioso invidente que solicita la ayuda de la ex convicta como asistente.
«Me interesó la simplicidad de la historia. No me gustan las películas con muchos personajes y subtramas. En esta cinta los temas esenciales no quedan escondidos detrás de otras cosas. Por eso me gusta el cine de Chaplin y Carlos Saura, en el que si ves algo en la pantalla sabes que va a ser importante». «Cartas al Padre Jacob» sigue esta filosofía. En poco más de una hora de duración (tal sencillez no requiere más metraje) no hay nada gratuito.

Seres imperfectos

Ambos personajes se enfrentan a un reto común: sobrellevar el hecho de que su mundo se desmorona. «Cuando hicimos la película nadie hablaba de la crisis, pero al estrenarse sí. Creo que fue en el momento idóneo, porque, al fin y al cabo, la cinta trata sobre una pregunta: ¿quién soy yo cuando mi mundo se derrumba? La respuesta que intento dar es que toda vida tiene un valor, aunque sea la de una persona inútil», asegura Härö.

Los momentos más intensos en la relación entre Leila y Jacob surgirán durante la lectura de las cartas que la gente envía a éste en busca de consejo espiritual. «Los finlandeses no son personas especialmente religiosas, pero pienso que en su ser más profundo está la oración y la ayuda a los demás. Se trata de una espiritualidad silenciosa». De ahí que el realizador muestre a los personajes, «no como seres perfectos, sino con un interior bello», dice Härö.

Pero, ¿cómo pueden encajar una asesina y un cura? «Todos somos muy diferentes y, sin embargo, encajamos. En la película no es que sean diferentes los personajes, es que también lo son los actores: ella es una intelectual y él el típico actor de teatro. Sin embargo, se produjo una especie de magia entre ellos». Pero Härö siente una especial predilección por el personaje de Jacob: «Lo entiendo perfectamente porque todo lo que ve tiene relación para él con la religión. Soy una persona religiosa y me ocurre lo mismo». Con todo, es la primera vez que el director profundiza tanto en esta temática: «Nunca había estado tan cerca de la religión en una película».