CiU
«Vade retro» tripartito
Hace ahora nueve meses, el consejero de Educación de la Generalitat, Ernest Maragall (PSC), lanzó un diagnóstico con tintes de premonición. «Hoy por hoy, Cataluña está fatigada de esta posibilidad y no apoyará elementos ni artefactos inestables», dijo en alusión a la viabilidad del tripartito, el nombre con el que, muy probablemente, pasará a la historia la época de gobierno en Cataluña de PSC, ERC e ICV
Todos los sondeos, sin excepción alguna, prevén que la alianza de las izquierdas catalanas será sepultada el próximo 28 de noviembre en las urnas. Y no sólo porque los ciudadanos no la respalden, sino porque sus propios protagonistas reniegan de ella.
«Vade retro, Satana» (Apártate Satanás) es una famosa frase que pronunció Jesucristo y «Vade retro, tripartito», es lo único que le falta por decir a José Montilla – uno de los principales arquitectos de la coalición– después de haberse comprometido solemnemente a no repetir el pacto actual. «El tripartito ha hecho un gran servicio, pero su tiempo ha pasado», dijo el presidente de la Generalitat hace dos semanas en un acto bajo el título «Punto y aparte». La tumba del tripartito (2003-2010) está preparada y sólo falta por escribir el epitafio.
En la medianoche de ayer dio comienzo una campaña electoral que todos los candidatos (Artur Mas, CiU; José Montilla, PSC; Joan Puigcercós, ERC; Alicia Sánchez-Camacho, PP; Joan Herrera, ICV; Albert Rivera, Ciutadans; y el «outsider» Joan Laporta, Solidaritat) coinciden en señalar como una de las más importantes de la historia en Cataluña. No es un tópico en esta ocasión porque las elecciones del 28-N pueden ser interpretadas como un cambio de ciclo no sólo a nivel autonómico, sino también nacional.
El PP, en busca de ser decisivo
CiU aspira a romper la mayoría del tripartito y retomar las riendas de la Generalitat después de siete años en la oposición. De lo contrario, Mas no tendría más remedio que hacer las maletas y renunciar a su carrera electoral después de tres intentos fallidos. El PP, por su parte, ve en estas elecciones la posibilidad de recuperar su papel de tercera fuerza, y además, lograr el objetivo de ser decisivo y condicionar la gobernanza de la Generalitat. En síntesis, quiere tener en Cataluña la misma llave que tiene en el País Vasco.
El PSC parte con la teórica ventaja de ser un partido de gobierno y, por tanto, tener el control de los resortes del poder. Pero tiene la difícil misión de soltar el lastre de una alianza con Esquerra durante siete años que ha acabado por desdibujar su perfil como formación española. «Ni independentista ni de derechas», han querido subrayar los socialistas durante la precampaña para desmarcarse de sus socios. «No convocaré, promoveré o toleraré un referéndum ilegal e inconstitucional sobre la independencia», decía ayer mismo el presidente de la Generalitat, empeñado a última hora en recuperar los sentimientos de españolidad con los que fraterniza el Partit dels Socialistes.
En las próximas dos semanas, Cataluña asistirá a una pugna de PP y PSC por captar a ese electorado mayoritario que se siente tan catalán como español. No será una batalla en clave autonómica únicamente entre Sánchez-Camacho y Montilla, ya que Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero piensan librar un duelo de calibre en Cataluña. El líder del PP pasará media campaña en tierras catalanas, mientras que el presidente del Gobierno –prácticamente inédito en Cataluña durante los dos últimos años– se dejará caer en tres ocasiones. El combate nacional está servido.
Hay otro partido en esta campaña, el que disputan los soberanistas. Con ERC inmersa en un descenso electoral ininterrumpido, hay muchos que aspiran a pescar en río revuelto. Primero, CiU, que quiere recuperar a parte del electorado que hace siete años se fugó y que anida en las siglas republicanas. Y luego, las formaciones de nuevo cuño, la Solidaritat Catalana por la Independencia (SCI) de Joan Laporta y el Reagrupament de Joan Carretero, el ex consejero de ERC. Ambas dicen tener posibilidades de obtener representación en el Parlamento catalán, pero los adversarios sólo conceden posibilidades al tirón de Laporta.
Un Parlamento atomizado
¿Más protagonistas? Es difícil conceder posibilidades reales a otras formaciones como Plataforma per Catalunya (PxC), con varios concejales en los municipios catalanes, pero hay expertos electorales que no se atreven a descartarlos. Su discurso en inmigración, calificado ampliamente de «xenófobo», guarda complicidades en parte de la sociedad. Si PxC consigue diputados, la fragmentación del Parlamento de Cataluña no tendría precedentes. En esta Legislatura, han convivido seis formaciones (CiU, PSC, ERC, PP, ICV y Ciutadans). Después del 28 de noviembre, la Cámara catalana podría acoger hasta ocho formaciones. El fenómeno de la «italianización» en el Parlamento catalán preocupa, sobre todo, a los partidos mayoritarios, temerosos de que la Cámara se convierta en un circo.
Pero ésta es, sobre todo, una campaña marcada por la crisis económica. Cataluña, tradicional motor del conjunto de España, pasa por malas horas. Su tasa de paro supera el 16 por ciento y los partidos ponen el acento en sus soluciones para dejar atrás la recesión. A un lado, los adalides de la protección social (PSC, ICV) y, al otro, los reformistas (PP y CiU). Existe también un interés por azuzar el voto del miedo, espantando al electorado con las recetas del adversario.
Pero si un riesgo afronta la clase política en estas elecciones es la propia legitimidad que le concede la participación. Hay un temor, real y muy fundamentado, a que la abstención supere el 50 por ciento. El cóctel de crisis, casos de corrupción (Palau de la Música y Pretoria) y embrollos incomprensibles (el laberinto del Estatut) no favorece que la ciudadanía acuda a las urnas. Lograrlo va a ser el último esfuerzo de esta campaña de las catalanas.
La irrupción de Laporta
Solidaritat Catalana, el partido que encabeza el ex presidente del FC Barcelona Joan Laporta con un programa de independencia «exprés», aspira a ser la revelación de estas elecciones. De entrada, logrará debilitar a ERC, aunque sus posibilidades de conseguir representación son una incógnita. Sus adversarios, no obstante, no las menosprecian.
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