Londres
Chéjov con mucho cuento
En 1884, Anton Chéjov descubrió dos cosas: que quería dedicarse a la literatura y que la tuberculosis que le diagnosticaron no le prometía una vida larga. Así que se puso las pilas: el resultado de los veinte años siguientes fueron varias obras mayores de teatro, algunas breves y un millar –han leído bien– de cuentos
Con una cifra así, no es de extrañar que la mayoría no sean conocidos. Y menos los de su etapa anterior, cuando, aún un joven estudiante de medicina, firmaba como Antosha Chejonte. Algunos de estos relatos son los que forman el alma de «La ruleta rusa», un texto del actor y dramaturgo Enric Benavent (Valencia, 1953), que los ha unido en un cuerpo dramático a modo de homenaje a un autor que admira. Chejoviano nato, Benavent actuó, por ejemplo, en el «Tío Vania» de Gerardo Vera hace varios años. Ahora regresa al Centro Dramático Nacional, aunque esta vez en calidad de autor.
«Podría haber mil ruletas rusas diferentes. Incluso estuve tentado de cambiar algunos cuentos de una función a otra. Pero para no marear la perdiz y para no volver locos a los actores, al final decidimos dejar los mismos», explica el autor, que cuenta que Chéjov «escribía a un ritmo frenético». Una prueba: en sus primeras obras completas publicadas hubo dieciséis volúmenes. Uno solo abarcaba exclusivamente el año 1886. «Se han publicado muchas supuestas obras completas que tan sólo contienen unos 200 relatos, e incluso en las más ambiciosas quedan muchos que están sin traducir. Además, está el problema de los títulos: los cambian de unas a otras», cuenta el actor sobre las dificultades a la hora de hincarle el diente a una producción ingente como la del ruso. En el proceso de «La ruleta rusa» se quedaron títulos que tentaban a Benavent, como el conocido opúsculo anti nicotina «El daño que hace el tabaco» o «La criatura indefensa». «He tratado de rehuir un poco los que son más conocidos, como "La petición de mano"», cuenta el autor. En la selección final queda «El estornudo», una sutil sátira en la que un empleado de jardines, Cherdiakof, ve su puesto de trabajo peligrar tras haber estornudado sobre su jefe. «Una de las razones por las que elegí esta etapa es que me apetecía sacar a escena al Chéjov efervescente, no al lánguido y enfermizo de su última etapa, que era por supuesto genial, pero que tenía esa densidad que parece que estamos siempre esperando los que somos admiradores de su obra. Quería mostrar al autor juvenil, cuya obra era burbujeante como el champán, o el cava, si se prefiere... Lo que sea, pero sin duda no vino con gaseosa».
También textos teatrales
«El trato» y «La seducción» son los otros cuentos que vertebran «La ruleta rusa», junto a algún texto teatral como «La institutriz» –o su versión en relato, «Poquita cosa»–. En ellos se dan pequeñas situaciones cotidianas, sello del autor, desde una institutriz de cuya falta de carácter se aprovecha su señora arañándole en el sueldo, hasta el problema del señor Smirnov, al que le urge cobrar una deuda de la señora Popova, recién enviudada, en «El oso», otro texto escrito en realidad como una pequeña pieza dramática en un acto, y algo posterior, de 1888. El concepto de «matriuskas» teatrales no puede venir más al caso que en este montaje de espíritu ruso: Benavent hilvana los relatos con un artificio narrativo por el que los integrantes del reparto se convierten en escena en actores que van dando vida a cada cuento.
«La ruleta rusa» nació en 1998, cuando a Benavent le urgieron a montar alguna propuesta para que la compañía de la sala Micalet de Valencia, que había cerrado temporalmente, no quedara inactiva. Diez años después, en 2008, la compañía Teatro del Zurdo recuperó el texto, con variaciones, en el madrileño Teatro Triángulo. Es el mismo montaje que, con algún nuevo cambio, se hace un hueco ahora en la sala de la Princesa del María Guerrero. Luis Bermejo (Madrid, 1963), cofundador de la compañía junto a Luis Crespo, dirige este montaje con un reparto formado por Markos Marín, Tino Martínez, Mónica Monferrer, Paloma Mozo y Fernando Otero.
Inspirado por Mikhalkov
La idea de Benavent, cuenta en un alarde de modestia el autor, no es novedosa: él se inspiró en «Manzanas para Eva», un montaje de los años 70 de la compañía de María José Goyanes. Y, como curiosidad, recuerda que Mr. Bean –o sea, Rowan Atkinson, ya saben– hizo algo parecido en Londres con «El estornudo». Aunque si hay una influencia que reconoce Benavent es «Ojos negros», auquella deliciosa película de inequívoco espíritu chejoviano con el personal sello de Nikita Mikhalkov: «Ésa era la idea de este espectáculo, tomarme las libertades que se tomó Mikhalkov con Chéjov para lograr una historia como la suya».
Muy zurdos
Teatro Zurdo, fundada en 1994 por Luis Bermejo y Luis Crespo, es una compañía curtida en creaciones propias contemporáneas. «Hoy es mi cumpleaños» –José Ramón Fernández ejerce de dramaturgo residente no oficial– «Una historia de fantasmas» y «Un momento dulce: la felicidad» formaron una trilogía en su trayectoria. Hace unos días han recuperado en La Abadía «Al final todos nos encontraremos» (en la imagen). Y ya tienen en camino «La ventana de Chigrinsky», otro texto de Fernández que estrenarán en enero en Cuarta Pared.
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