El Cairo
Sin primavera
La plaza de Tahrir en El Cairo fue el momento mágico el pasado febrero. Los cristianos del país, los coptos, dudaron un momento, pero pronto se incorporaron, como las juventudes de los Hermanos Musulmanes. Mayoritarios y minoritarios rezaban públicamente por turnos, bajo la respetuosa mirada de los otros. Fue el «contigo paz y cebolla» del enamoramiento. No dura y no duró. A los pocos días de la dimisión de Mubarak ya se volvía a quemar iglesias. Quizás por los que nunca habían estado en Tahrir, que eran la inmensa mayoría. Desde entonces la revuelta ha estado a la defensiva y perdiendo posiciones. Los militares se aferran al poder, los islámicos avanzan. El domingo de la semana pasada una manifestación pacífica de coptos que protestaban por la absolutamente impune destrucción de sus iglesias fue ametrallada por la misma Policía que debía protegerlos, con el, hasta ahora, máximo tributo en vidas. El fenómeno no es nuevo ni exclusivo de Egipto, donde los coptos son regularmente discriminados. Todas las cristiandades de Oriente Medio, de origen directamente apostólico, han quedado sometidas bajo el islam. Los palestinos cristianos eran el 65% de la población de Belén, ya quedan menos del 12% y en mengua continua. Los de Siria están horrorizados de que la barbarie del régimen de Al Assad pueda ser sustituida por otra mucho más intolerante. En Irak, tres cuartos de lo mismo. Nuestra miseria es no reclamar a voz en grito reciprocidad.
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