Campaña electoral

Infidelidad

La Razón
La RazónLa Razón

Después de leer la prensa y quedarme acongojada con tanta noticia agónica, decido no hacer ni puñetero caso a los agoreros y metemiedos del mundo. Meto a las Coreas, a los déficits, a los bancos, a los fundamentalistas, a los mercachifles, a los políticos y demás zozobras, en el saco del «coco» y me centro en las noticias sobre la gente joven y sus pensamientos. Dice la letra impresa que se muestran pesimistas cuando se les pregunta, que creen que la sociedad no les va a ayudar a resolver los problemas, que sus padres lo tenían mejor, que los políticos son unos farsantes y que todo está manipulado. Pues, oigan, tontos no son, porque razón no les falta. Nuestros jovencísimos tienen la ventaja de entenderse bastante bien con sus padres, sobre todo con la madre, expresan, y de sentir el calorcito en casa, por eso se van tan tarde. Pero la mayoría no tiene vivo el motor de los sueños. Sus deseos son convencionales; quieren un buen trabajo con un buen salario, quieren un pisito, un cónyuge, unos hijos y fidelidad total. Sí, eso parecen decir en las encuestas: que no soportan la infidelidad sexual de su pareja. Se entiende, todos comprendemos bien que es muy duro el asunto, pero, ¿no es más duro llevar una vida vulgar? ¿No conmoverse ante la injusticia ajena? ¿No desear mirar lo que ocurre para no sufrir? ¿No preguntarte quién eres y dónde está tu lugar? ¿No asociarte con otros para luchar por algo bueno? A nuestros jóvenes los hemos engañado, les hemos dicho que ya teníamos democracia, prosperidad, igualdad y fraternidad. Y era mentira. Ahora tienen que despertar y mirar con sus propios ojos. Lo necesitamos. Los necesitamos.