Literatura

Nueva York

La última borrachera «beat»

Con motivo del estreno en el Festival de Cannes de «En el camino», dirigida por Walter Salles y que competirá por la Palma de Oro, las figuras de Jack Kerouac y Allen Ginsberg vuelven de nuevo a una actualidad que se completa con la edición de la correspondencia que ambos se cruzaron«Cartas»Jack Kerouac y Allen Ginsberg. Anagrama. 589 páginas, 24,90 euros.

La última borrachera «beat»
La última borrachera «beat»larazon

Aún resuena el «Aullido» de Allen Ginsberg, muchos siguen «En la carretera» junto a Jack Kerouac, sintonizando con la generación «beat». El tiempo no ha pasado por ellos, o ha pasado agasajando su valentía estética, su atrevimiento social, convirtiéndolos en clásicos modernos. Aquella juventud de los cincuenta y sesenta que iba a vivir el movimiento hippy, a contemplar el fenómeno del «nuevo periodismo» en el que la noticia se convertía en literatura y a protagonizar manifestaciones antibélicas, se identificó con el protagonista de la novela de Kerouac, con el poema de Ginsberg. Esa juventud no ha envejecido, pues cada generación presta atención a sus escritores, y a William Burroughs, pero también a Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti y Peter Orlovsky. Los estudios académicos, las traducciones y el material inédito publicados atestiguan el interés.

Alucinados e inquietos
Jesús Aguado, en el prólogo a una antología de Ferlinghetti, «Manifiesto populista y otros poemas» (2005), habla de esa «generación de inconformistas, de inquietos, de alucinados, de trashumantes, de desubicados». Así fue: generación literaria, pero también moral, como la califica el poeta. Un grupo de soñadores que bien podrían haber firmado la frase de «Los vagabundos del Dharma», de Kerouac: «Feliz. Solo con mis pantalones cortos, descalzo, el pelo alborotado, junto al fuego, cantando, bebiendo vino, escupiendo, saltando, correteando –¡esto sí que es vida!–. Completamente solo y libre». Ahora esta vida libre, esta filosofía de comportamiento –detenida a veces por ingresos en la cárcel, temporadas en manicomios, alcoholismo–, se respira en la correspondencia entre Kerouac y Ginsberg (dos terceras partes era inédita) traducida por Antonio-Prometeo Moya. Éste mejora la labor de los editores del libro, Bill Morgan y David Stanford, añadiendo notas necesarias para la asimilación del contexto temporal, años 1944-1969, y espacial, Nueva York, San Francisco, México, Tánger…

Los que acudan a estas páginas verán reflejados los valores e incertidumbres ya puestos de manifiesto en las obras de ambos autores. Pero para el que no profese una especial predilección por los «beat», será un tedioso cruce de cartas que colinda con lo egocéntrico, elucubraciones metafísicas y victimismos (Kerouac) o con experiencias místicas (Ginsberg). Por algo este dice: «La verdad es que estamos locos y no es broma» (1952). Kerouac reconoce su neurosis, deja traslucir su anhelo por tener una figura paterna, habla de sus novias, de sus borracheras, de su pasión por Dostoyevski, y la fama lo fulmina al final de su vida, cuando se aparta de todo contacto con los fans. Ginsberg abandonará los psiquiátricos y devendrá un icono de la cultura alternativa con sus recitales y carisma enloquecido.

Caminos convergentes que acaban por divergir, unidos por la admiración y un amor fraternal: «Te quiero, eres un gran hombre, un gran niño pequeño en mi imaginación, lleno de tonterías pero inocente de estar lleno de tonterías» (mayo de 1954), le dice Kerouac a su amigo. Y años más tarde: «Técnicamente eres sin duda el mejor escritor del mundo» (21-I-1958). Ginsberg explica que ha tomado la senda de la escritura automática de Kerouac al escribir «Aullido»: «Me salió con tu método, sonaba a ti, una imitación prácticamente. Qué avanzado estás en esto. Yo no sé qué hacer con la poesía. Necesito años de aislamiento y escribir sin parar todos los días para alcanzar tu volumen, tu libertad y conocimiento de la forma» (25-VIII-1955).

Las dudas del ego
Kerouac cuenta cómo escribió «Doctor Sax» «cargado de hierba, sin detenerme a pensar, a veces entraba Bill [Burroughs] en la habitación y el capítulo terminaba allí» (8-XI-1952). El escritor de Massachussets admite no estar satisfecho con su poesía, pero se consuela: «Mi poesía es versos en prosa» (26-X-1954); antes se había comparado con el «Ulises» de Joyce cuando comenta que «En el camino»: «debería enfocarse con la misma seriedad» (18-V-1952), ya que «ese río de lenguaje» es «pura inspiración». Con todo, al comienzo ambos se cuestionaron –«¿Qué soy? ¿Qué busco?», dice Ginsberg en la primera carta–, pero al final lograrían encontrar la voz que se iba a mantener, aún hoy, joven y transgresora.