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Notable obsesión

Dirección: D. Fincher. Guión: S. Zaillian, según la novela de S. Larsson. Intérpretes: D. Craig, R. Mara, Ch. Plummer. EE UU, 2011.Duración: 158 minutos. «Thriller». 

La Razón
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Hay que agradecerle a David Fincher que no haya puesto el piloto automático, que no se haya conformado con firmar una película solvente: su adaptación del «best seller» de Stieg Larsson pule la tendencia al «torture porn» del original de Niels Arden Oplev, matiza su insistencia en sacar los esqueletos en el armario sueco (nazis, pederastas, asesinos en serie) para universalizar las denuncias del relato, y se integra con docilidad en su discurso como cineasta, centrado en la obsesión de sus personajes por procesar una información que desestabilizará su ser en el mundo.

Realidad secreta

Quizá con la excepción de Benjamin Button, todos los personajes de Fincher se caracterizan por empeñarse en desencriptar de forma maníaca el código fuente de una realidad secreta. La meticulosidad paranoica del director de «Seven» se identifica con la pasión neurótica con que Michael Blomkist y Lisbeth Salander investigan el paradero de una niña rica que desapareció sin dejar rastro un día de septiembre de 1966. La fidelidad a la letra de Larsson –argumentalmente las películas son idénticas– permite que nos fijemos con más placer si cabe en las estimulantes variaciones que el director ha decidido introducir en la ecuación, a saber: Daniel Craig mejora sensiblemente la rutinaria interpretación de Michael Nyqvist; la elegancia de la puesta en escena –y, en especial, del expresivo diseño de sonido, fantástico en el clímax– está varios puntos por encima de la atonía formal de los «thrillers» de multisalas, y Rooney Mara está a la altura del excelente trabajo de Naomi Rapace en la primera versión. Otra cosa es comulgar con la falta de ideas del cine americano actual: ¿era necesario poner tanto talento al servicio de una historia que no es precisamente la más grande jamás contada?

lo mejor:
el enfrentamiento que se produce entre Blomkist y el asesino en serie
lo peor: 
la pereza del cine comercial americano, que sucumbe a la fiebre de los «remakes»