Estados Unidos
Quiero ser «Bankia» por Alfonso Ussía
Me considero un privilegiado. En este mundillo tan difícil del articulismo he conseguido, con gran enfado por parte de los intérpretes del pensamiento único, un lugar destacado. Escribo en un periódico, «La Razón», que ha respetado libremente mi libertad, y para colmo, me recompensa pagándome muy bien y siempre puntualmente. También fui un privilegiado en «ABC», y en «Diario 16» y no puedo olvidar mi origen, el formidable «Sábado Gráfico» de Eugenio Suárez, que me catapultó a la misma altura que a Álvaro Cunqueiro, Néstor Lujan, José Bergamín y Antonio Gala. Gracias a mi profesión, he conocido y querido a personajes que se habrían escapado a mis posibilidades de conocerlos y quererlos, y ahí también –sobre todo–, se enriquece mi privilegio. ¿Quién iba a decirme a mí que sería el amigo más largo y profundo de Antonio Mingote? O de Jaime Campmany, o de Camilo José Cela, o tener la oportunidad de hablar largo y tendido con Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez Reverte, Manuel Alcántara, Luis María Anson, José Luis Garci, Albert Boadella… Y un centenar más de maestros y amigos escapados.
Sucede que el privilegio en España, es decir, el logro de un lugar como consecuencia del esfuerzo y el trabajo, se ha convertido en una tortura. Amo con todas las emociones posibles y probables a España. España, lo primero, ante todo y sobre todo. Lo aprendí también del privilegio de estar mucho tiempo junto al Rey que se derrotó a sí mismo por su firmeza, Don Juan de Borbón. Pero una cosa es amar a España y otra al Estado. El Estado es desleal, manipulador, depredador e injusto. Todo es Hacienda. Pero no una Hacienda dirigida a recibir del millonario rentista y que no da con un palo al agua lo que le corresponde por sus rentas. No una Hacienda dedicada a investigar las ventajas de las sociedades superpuestas y las trampas admitidas. Una Hacienda que sólo arrasa con los que no tenemos hacienda, sino trabajo. Y ahí sí. Ocho meses escribo para el Estado –que no para España–, y cuatro meses para mí, mi familia, mis obligaciones y mis deudas. Y esto es una estafa. Ahora me entero de que el agujero de «Bankia» no es de 4000 millones de euros sino de 14000, porque el tal Mafo, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, Gobernador del Banco de España, ha sido un simple sicario cómplice de los Gobiernos de Zapatero, sus amigos socialistas. En España, actualmente, nos multan hasta por respirar, nos cobran impuestos por no amanecer muertos, nos roban para continuar con los despilfarros y nos embargan cuando nos retrasamos en pagar los impuestos revolucionarios, como la ETA denominaba a sus chantajes a los empresarios vascos. Y no nos apercibimos de que la situación es similar. El Estado, que no España, nos cobra a los ciudadanos impuestos revolucionarios para seguir derrochando, manteniendo y defendiendo entidades indignas del esfuerzo de todos. Ayer me enteré de que había financiado una película de los Bardem y hoy me apresuro a conocer que, como contribuyente, estoy salvando a «Bankia». ¿Y a mí qué cojones me importan «Bankia», Rato, Goirigolzarri, y las mentiras de Miguel Angel Fernández Ordóñez?
En los Estados Unidos se conceptúa como inaceptable y nocivo esquilmar a los trabajadores más del 25% de sus ingresos. Pero los millonarios pagan, los rentistas pagan y las trampas societarias se controlan y se condenan. Aquí, en el Estado Español, que no en España, sólo pagamos los que trabajamos, los que tenemos una nómina o un contrato, y nos arrasan. Quiero dejar de ser un escritor independiente y convertirme en administrador naciente o administrador dimitido de «Bankia». Quiero ser «Bankia», no un privilegiado.
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