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Manipulación nacionalista

La Razón
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La incombustible rivalidad futbolística entre Madrid y Barcelona es el motor de un fenómeno deportivo que, aunque repetido año tras año hasta en seis ocasiones, sigue apasionando a millones de aficionados de dentro y fuera de España. Muy pocos acontecimientos logran traspasar las fronteras como un Real Madrid-Barcelona o viceversa. Sólo la magia del fútbol es capaz de obrar el prodigio, que es aún más admirable cuando reúne sobre el césped a algunos de los mejores jugadores del mundo. Nada ni nadie debería enturbiarlo, ni malversar su emoción, ni arruinar los sueños que suscita sin distinción de generaciones. Pero, lamentablemente, no es así. Los nacionalistas e independentistas catalanes están empeñados en elevar a un club deportivo a la categoría de sacrosanto representante de Cataluña, de modo que transfieren sus reivindicaciones políticas al campo de fútbol y señalan a sus jugadores como sus abanderados. Una densa liturgia de «senyeras» y de pancartas con eslóganes separatistas en inglés, para aprovechar el tirón mediático, completan la impostura. Sin embargo, nada hay más abusivo y humillante para el fútbol, para los jugadores, para los aficionados y para los propios catalanes. Resulta inaceptable, en efecto, que los gobernantes nacionalistas privilegien al Barcelona con las esencias catalanas cuando otros grandes clubes, como el Espanyol, no son ni menos catalanes ni peores embajadores de la capital barcelonesa. Además, resulta irrisoria la pretensión de investir a los jugadores del Barça como paladines de la causa, cuando la mayoría de su plantilla procede de zonas tan dispares como Asturias, La Mancha, Argentina, Brasil o Camerún. ¿Y qué decir de jugadores que como Xavi, Pujol o Piqué han defendido orgullosos los colores de España? También se desprecia y se humilla a los cientos de peñas barcelonistas que bullen por todos los rincones de España, acérrimos defensores de su equipo, pero enemigos del separatismo. Por todo ello, harían bien los directivos del club en mantener las distancias con los políticos voraces que lo utilizan en provecho propio y de su ideario excluyente. Porque es indigna la encerrona que los dirigentes de CiU y ERC han montando para hoy en el Camp Nou con el propósito de utilizar a los cien mil aficionados que allí se congregarán como arietes de su campaña electoral. Una escenografía de masas, con la última Diada como referencia legitimadora, con la que se pretende ocultar la pluralidad y diversidad de la sociedad catalana, no sólo política e ideológica, sino también racial, cultural y emocional. La Historia nos enseña las nefastas consecuencias que se derivan de la utilización de las masas para desbordar el marco legal y el Estado de Derecho. Por fortuna, Cataluña es un pueblo sabio que no se dejará manipular por los falsos profetas. Y lo que hoy toca es disfrutar del partido entre dos grandes equipos, nada más y nada menos.