Berlín
Barenboim con prisas
Ciclo de Ibermúsica«Cuarta sinfonía» de Bruckner. Orquesta: Staatskapelle Berlin. Director: Daniel Barenboim. 19-I-2012. Auditorio Nacional. Madrid. Obras de Mozart y Bruckner. Maria Joao Pires. Orquesta: Bayerische Rundfunk. Director: Bernard Haitink. 20-I-2012. Múnich.
Alfonso Aijón ha querido tener un recuerdo muy especial en su centenario a Sergiu Celibidache, persona tan ligada a Ibermúsica como estuvo, con dos conciertos de homenaje a cargo de Daniel Barenboim con dos sinfonías de Bruckner. Las casualidades del destino me han permitido escuchar la «Cuarta» en Madrid y, al día siguiente, en Múnich en la sala en la que acabó su carrera el maestro rumano. Hay un refrán que dice que «Dios da pan al que no tiene hambre» y eso le sucedió a Celibidache. Él mismo, tan amante del sonido, se quejaba de haber terminado de titular en un auditorio de acústica fatal, como es el Gasteig. De ahí que la «Cuarta» sonase mucho mejor en el Auditorio Nacional, desde el punto de vista exclusivamente acústico, con una orquesta discreta, como es la Staatakapelle Berlin, que en el Gasteig con una formación muy superior, como lo es la Bayerische Rundfunk.
Posiblemente, Celibidache hubiera reaccionado con su habitual sarcasmo si hubiera levantado la cabeza y puesto oídos a la trepidante lectura que Barenboim realizó del primer movimiento de la sinfonía. Le duró 16 minutos, frente a los 20 de Haitink en Múnich o los 25 que podía alcanzar el director recordado. La simple comparación del sonido de las trompas en el inicio marcaba la diferencia entre ambas agrupaciones, mucho más segura y precisa la bávara. Barenboim ofreció una versión de estructura coherente y buena articulación en tempos y emotividades, pero muy lejana al concepto celibidachiano. A las divinas longitudes de éste le fue más fiel Haitink, con una arquitectura mucho más amplia y con un reposo excelente en los bellísimos motivos líricos del segundo y, muy especialmente, cuarto tiempo.
Barenboim, que empezó concierto a las siete y media, tenía citada a la prensa a las nueve en la sede de la Fundación March para promocionar su proyecto Beethoven. Le acuciaba la prisa y quizá de ahí, tanto la veloz lectura, como la supresión del concierto para piano de Mozart que tocó en una primera parte del concierto en las capitales europeas de su gira, y no en Madrid. El cada vez más impresionante KV 466 mozartiano llegó en Munich en una versión íntima, directa al corazón, de Maria Joao Pires. En esto también nos ganó Alemania o, mejor dicho, Múnich derrotó a Berlín.
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