Abiyán
La ONU acusa a las tropas de Ouattara de matar a cientos de civiles
«Mi madre era mayor y estaba enferma, por lo que no se podía mover de la cama. Yo salí con otros vecinos y nos escondimos entre unos arbustos, a 200 metros. Pude ver cómo los pro Ouattara quemaron mi casa después de saquearla. Prendieron fuego al hogar de mi madre con ella dentro, encontré su cuerpo abrasado después de que se fueran».
Éste es sólo uno de los más de cien testimonios que recogió Human Rights Watch (HRW), la mayoría de etnia guéré, durante su visita a la zona entre el 26 de marzo y el 7 de abril.
Mientras que ayer la UE, a través de Catherine Asthon, saludaba la detención de Laurent Gbabgo gracias a las fuerzas de Francia y la ONU y esperaba que el presidente electo, Alassane Ouattara, recupere «total y adecuadamente su lugar en Costa de Marfil» que le corresponde «muy pronto».
Desde Naciones Unidas, informaban de que sus investigadores en el terreno han contabilizado 536 cadáveres asesinados a manos de hombres leales a Ouattara. «Quien haya cometido abusos, no importa de qué lado sea, debe ser juzgado de forma justa e imparcial», señaló desde Ginebra la portavoz de la oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani. Esta misma petición la hizo HRW cuando terminó su informe en el oeste del país, el 9 de abril. «Matar y violar civiles no es la manera de las fuerzas de Ouattara para terminar el conflicto», sentenció Daniel Bekele, director de África para HRW. «Ouattara debería comprometerse a investigar y perseguir los abusos en ambos bandos si quiere que Costa de Marfil salga a flote de este horrible periodo».
En las entrevistas realizadas, la mayoría de incidentes en contra de los civiles guéré –que tradicionalmente apoyaban a Gbagbo– se produjeron en las localidades de Toulepleu, Doké, Bloléquin, Duékoué y Guiglo. Decenas de mujeres fueron detenidas durante un día o más y repetidamente violadas. Una vecina de Bakoubli, cerca de Toulepleu, contó que las Fuerzas Republicanas de Costa de Marfil (FRCI), lideradas por el primer ministro de Ouattara, Guillaume Soro, «me violaron delante de mis hijos y después mataron a mi marido, quien trató de impedirlo».
Mientras, el ex ministro del Interior Desire Tagro, hombre de confianza de Gbagbo, murió ayer por las heridas que le inflingieron las fuerzas de Ouattara durante el asalto de la residencia presidencial, según el diario «Libération». Uno de los episodios más atroces tuvo lugar en Duékoué el 30 de marzo. El padre Vicente, salesiano de Don Bosco, regenta la parroquia de la ciudad junto a otro misionero. En su diócesis había ayer «unas 20.000 o 25.000 personas» que malviven en unas condiciones indescriptibles. Según cuenta Manos Unidas, desde el asalto a la ciudad en dicha fecha se produjo una avalancha de refugiados que desbordó la capacidad de asistencia de la parroquia.
Además, pese a que se quiera volver a la normalidad, son muchos los marfileños que temen represalias. «Algunos celebran la detención de Gbagbo; sin embargo, la mayoría tiene miedo y permanecen encerrados». Ajeno al conflicto, pero en medio de los dos bandos, se encuentra Aitor Fernández, un pescador vasco de 23 años que vive en la capital económica del país. El joven de Bermeo contó a este periódico que la Embajada española le prometió un avión para repatriarle cuando la batalla estaba en pleno auge. No ha sido así y Fernández denuncia que continúa en Abiyán. «La situación es horrible. He intentado marcharme en un avión comercial y hay una lista de espera de diez días. Estoy desesperado por poder salir de aquí», indica el joven, uno de los 150 españoles que residen en Costa de Marfil.
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