Tokio

Así es la jornada de los 50 «héroes de Fukushima»

Son cerca de doscientos trabajadores, pero actúan por turnos en retenes de cincuenta personas. «Las operaciones no van tan bien como yo pensaba», reconoce uno de los denominados «héroes de Fukushima».

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Se mueven por entre los escombros, a menudo a oscuras, a través de espacios angostos y bajo unos niveles de contaminación que pueden ser letales. Acuden por turnos a la central nuclear de Fukushima, de donde regresan para descansar durante unas horas y someterse a exhaustivos controles. Demacrados, sin afeitar y con escasas horas de sueño, se han convertido en el centro de atención en medio de un desastre nuclear que se ha ido extendiendo al agua, los cultivos y el pescado.

Actualmente hay cientos de personas en la «zona cero», pero lo cierto es que sólo una minoría tiene los conocimientos necesarios para desempeñar el trabajo. Y aunque el mundo exterior tiene la impresión de que la situación está mejorando, los propios trabajadores no parecen del todo seguros.

Los héroes sin rostro que se afanan por reparar la planta nuclear han empezado a salir a la luz. Fueron considerados superhéroes por la dificultad y el alto riesgo de la misión a unos niveles de contaminación letales, pero sus experiencias son de carne y hueso: «Era mitad de la noche y todo lo que podíamos ver era con las linternas en nuestras cabezas. Podíamos divisar el humo y el vapor que subía del reactor, todas las medidas habían fracasado, por lo que nos llamaron para bombear agua del mar para tratar de enfriar la cosa. Ni siquiera trabajamos para el Gobierno, sino para la ciudad de Tokio», relata en «The Sunday Telegraph» Kazuhiko Fukudome, que dirigió un grupo de rescate del cuerpo de bomberos de la capital.

«El equipo está muy nervioso, la situación es bastante tensa allí, pero tenemos que seguir adelante. Todos estamos sintiendo un gran peso sobre nuestros hombros para llevarlo a cabo a sabiendas de que el mundo está mirándonos y están detrás de nosotros», dijo Nobuhide Suzuki, jefe de uno de los grupos de trabajo. No dudan de su propia determinación para seguir adelante con la misión, pero no ocultan su temor y el de sus familias.

Primeras horas en la central
«Me voy a Fukushima», le dijo Fukudome a su esposa tras recibir una llamada a media noche. «Había mucha preocupación entre nosotros. Entrenamos la mayoría de las cosas que luego ponemos en práctica, pero esta vez el enemigo era invisible y había mucha aprehensión por eso», describió el jefe de la escuadrilla de bomberos.

El relato de la situación en la central pinta un escenario «con bloques de hormigón por todas partes; todas las tapas de registro había saltado, por alguna razón, y el camino estaba intransitable». Los primeros trabajos para enfriar la temperatura de los reactores se completaron a mano, con los bomberos portando a la carrera la manguera los 800 metros que separan la costa de la central en medio de una oscuridad total.

En el exterior, un coche esperaba con el motor en marcha para evacuar a los trabajadores si subían peligrosamente los niveles de radiactividad. El equipo que acudió en primera instancia al desastre nuclear contaba con poco más que unas máscaras. Los bomberos vestían sus uniformes habituales, trajes de color naranja con la insignia de un perro San Bernardo en la parte superior del brazo, describe el diario británico.

Escasa protección
La ropa de los equipos de emergencia fue confiscada tras detectarse radiación. Los trabajadores estuvieron expuestos durante 26 horas y desconocen aún los efectos que tendrá la misión en su salud.

La mayoría de los empleados que actualmente desempeñan su actividad junto a los reactores usan simples monos blancos desechables de Tyvek, una fibra artificial, utilizada en labores con esprays y pintura o productos de limpieza industrial. No son un escudo contra la mayoría de los tipos de radiación. Se usan sólo una vez para evitar la acumulación de radiactividad en su superficie.

La protección principal son las dos placas que les avisan cuando la exposición a la radiación alcanza niveles excesivamente peligrosos.

Descanso en un barco
Los denominados «héroes de Fukushima» van desde la central hasta su lugar de descanso, un hermoso barco de vela, el «Maru Kaiwo», una de las pocas embarcaciones que ha sobrevivido al azote del tsunami. Tiene su propio generador de agua y todos los suministros que estaban originalmente preparados para un grupo de alumnos de navegación que iba a zarpar hacia Hawaii cuando se produjo el desastre.

Nadie en el barco ha visto a sus familias, aunque han podido contactar con ellas. «Sólo he podido contactar con mi familia una vez, por teléfono. Los chicos me dijeron que están alentándome. Mi esposa no podía hablar, estaba demasiado molesta», declaró al rotativo uno de los trabajadores.