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Las líneas rojas
El líder interino de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, le advierte a Rajoy que su partido no va a permitir que se traspasen lo que él mismo ha dado en llamar líneas rojas. Ojito con tocar aquello que hace referencia al estado de bienestar, porque entonces los 110 diputados del PSOE se pondrán en pie de guerra. La verdad es que la advertencia no deja de tener su gracia, ya que este país lleva casi tres años viviendo en un permanente estado de malestar gracias al desastre de política económica, y sobre todo en materia de empleo, practicada por el gobierno del que ha formado parte Rubalcaba y al que los españoles le han dado un palo histórico en las elecciones generales del pasado 20-N. Las arcas públicas están vacías y el gabinete que mañana formará Rajoy tiene que enfrentarse con la peor herencia que haya recibido un gobierno en las tres décadas largas de democracia. Y no me refiero únicamente a los cinco millones de parados, la crisis financiera, las deudas pública y privada y el desplome del consumo y la actividad económica en general con el grifo del crédito prácticamente cerrado. Gestionar el anunciado cese de la actividad criminal de ETA es algo más que una patata caliente. Las últimas revelaciones del presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, nos hacen sospechar que puede haber gato encerrado, y que el Gobierno saliente y su ministro del Interior, de iure hasta su proclamación como candidato, y de facto hasta hoy mismo, quizá le haya hecho ver a la llamada izquierda abertzale, que todo iba a ser ya para ellos coser y cantar, y que el borrón y cuenta nueva iba a ser una realidad a pesar de no arrepentirse de sus muchos años de extorsionar y asesinar. Será por eso por lo que se rasgan las vestiduras los Patxi López y compañía porque Amaiur no tenga grupo parlamentario propio. Los aficionados a los atajos no quieren entender que quien a imperativo legal «mata», a imperativo legal «muere».
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