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No es Zapatero es el PSOE

La Razón
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No es Zapatero, es el PSOE el que ha perdido las elecciones. Y ahora Rubalcaba dice que comparte todas y cada una de las decisiones de Zapatero. No sé si verá a lo que se expone. Pues son las decisiones que llevaron a su partido al desastre. Éste es el clima hoy y de esto voy a escribir, no de Zapatero, ya cansa, todos fuimos fáciles adivinos de que la negociación con ETA era un error. Como tantas otras cosas. El problema es cómo evitar que esos errores no sigan después de Zapatero. Por eso me preocupa la declaración de Rubalcaba: puede ser una forma de salir del paso, pero puede también significar un agarrarse a esos errores, por razones internas, desde luego. Si sigue en ello, debería ir abriendo el paraguas.
Yo tuve con Rubalcaba un trato estrecho cuando fue ministro de Educación y aunque yo era la oposición en relación con la enseñanza, la de las Clásicas y toda, me parecía una persona inteligente y respetuosa, acercamos en cierta medida las posiciones. Se daba cuenta del error de pasarse, creo. Pero se pasaron, pese a pequeñas concesiones, y ahora el debate educativo está cerrado, más o menos como lo dejó Felipe González. Los socialistas, que sólo desde los años sesenta (no en la II República) se dejaron contagiar una visión minimalista y pobre de la enseñanza, han perdido mucho con ello. Imposible la han dejado.
Pero ahora viene el otro problema, el de ETA y el de todos esos avances falsamente progresistas. ¿Van a salir de ellos? Deberían intentarlo. Porque no pueden negar que ha habido esa negociación tantas veces negada, que su resultado es la entrada de Bildu en las instituciones. El Gobierno mezclaba la zanahoria y el palo, hacía favores a través de fiscales y jueces complacientes y del Tribunal que saben. Y sabíamos muchos que esto era un error. Recuerdo siempre la frase del persa en Heródoto: que lo más doloroso es saberlo todo y no poder nada. Esa listura de mezclar el palo y la zanahoria no lleva a nada. Cuando hay un enfrentamiento radical, no hay más salida que la victoria o la capitulación. A ETA o Bildu le han bastado unas palabritas, iban a ser buenos. Y ahora resulta que a los socialistas van a dejarlos en minoría, a sus alcaldes van a ponerlos en la calle. E igual al PNV. ¡Qué insensatos, llegaron a amenazar a los socialistas si no hacían favores a los enemigos naturales de los dos! Ante tantas intransigencias parece que para el PSOE no hay otra posibilidad que la que intentaron primero Nicolás Redondo, luego Patxi López. La torpedeó Zapatero y, al final, el propio López. A ver si Rajoy lo arregla.
Pero no quiero encerrarme en este único tema. Hay muchos otros. Otros en que los socialistas deberían rebajar sus obsesiones salvo que quieran convertirse en Zapateros bis. Tengo la esperanza de que Rubalcaba vuelva a la simple y pura racionalidad. Aunque enrabiete a algunos de los más fanáticos. Porque en ocasiones los socialistas se han acostumbrado no ya al juego doble, sino al juego simple de imponer sus dogmas más fanáticos. A su intransigencia, con el BOE como arma, como simple palo. Por ejemplo, esa manía de prohibir, tan lejana de aquello de «prohibido prohibir» de los del 68. O esa famosa igualdad impuesta por el Ministerio de la cosa y por otros más. Por ejemplo, ¿por qué el varón ha de sufrir más pena que la mujer en delitos iguales, o va a ser considerado, en principio, sospechoso cuando hay conflicto o duda entre hombre y mujer? ¿Por qué han de ser hombres y mujeres iguales en número en un tribunal o una academia sin atender al criterio de quién es más competente para cada puesto? A veces no hay mujeres, simplemente, a las que acudir. O hay una que tiene, por simple consideración numérica, diez veces más probabilidades de conseguir un puesto que un hombre, aunque sea inferior su preparación. La estadística y la sociedad pueden variar con el tiempo, claro, pero en cada momento hay que apoyarse en lo que hay. Y sin embargo, hay esos proyectos de imponer cosas como éstas en forma coactiva, más todavía que hoy. Pero la equidad, la libertad y el conocimiento son preferibles. Aunque sólo sea para no perder votos. Hay, cierto, el espíritu de coacción que impregna el discurso de los grupos más beligerantes, aquellos que acaban por exigir a partidos y gobiernos la que consideran una verdad no sé si científica o revelada. Y los socialistas están rodeados de esos grupos, que disponen de pocos votante, pero de grandes colecciones de insultos y amenazas. En ciertos momentos atemorizan, obligan a esa legislación sectaria que produce, al final, rechazo. El propio Zapatero tuvo que disociarse de Moratinos y Aído. No fue suficiente.
Menos fanatismo, menos prohibiciones, más dedicarse a solucionar los problemas es lo que hace falta. Es lo que, pasadas las intoxicaciones, produce votos. No al contrario, ya lo han visto.