Caracas
América no nos respeta
Nos han visto débiles y han venido a por nosotros. Y tal vez continúen. Somos una pieza fácil entre las manos de los gobiernos populistas de América. Sobre todo, no perdamos los nervios
El caserón presidencial de La Paz se llama Palacio Quemado, obviamente porque los mineros en cólera le prendieron fuego hasta dejar en pavesas los cimientos. Una de las farolas de la plaza ostenta una plaquita en honor del presidente general Gualberto Villarroel, un militar populista al que las turbas arrastraron desde su despacho hasta el primer farol donde lo colgaron. La Paz es igual de extrema. En El Alto, donde está ubicado el aeropuerto a cuatro mil metros de altura, viven los pobres, por falta de oxígeno, y en el Fondón del gran Barranco habitan los diplomáticos y los ricos porque el aire es más denso. Bolivia perdió el acceso al mar en la Guerra del Pacífico con Chile y aun no teniendo costas están en tal melancolía que siguen contando con un Ministerio de Marina.
El presidente Evo Morales es un indigenista, cocalero (nada que ver con el clorhidrato de cocaína) y mantiene una guerra larvada con los blancos y prósperos habitantes de Santa Cruz que aspiran a independizarse. Su expropiación de Red Eléctrica Española (REE) se parece poco a la Argentina de YPF porque al menos promete pagar un justiprecio. No obstante se duda de que tenga dinero para ello. Al menos tiene buenas palabras y no organiza manifestaciones contra España. Es una maniobra propia de la Semana Santa boliviana. Las mucamas son las más fieles del mundo pero el Viernes Santo hay que darlas libranza porque al estar muerto Dios, y no poder verlas, arramplan con todo lo que haya en la casa. Complicaciones del sincretismo.
No somos los únicos inversores en América, pero de «madre patria» hemos pasado a madrasta del subcontinente, la mala del cuento a la que hay que perseguir a garrotazos. Felipe González, o por falta de idiomas o por vicepresidente de la Internacional Socialista Panamericana, fue un americanista, viajó mucho y allí tuvo grandes amigos, desde Omar Torrijos a Carlos Andrés Pérez, nada recomendables, pero compadres al fin.
Como a Rodríguez Zapatero no le gusta la política internacional, ni siquiera en su propio idioma abandonó América desde Canadá a la Tierra del Fuego. En democracia la única diplomacia solvente fue la de José María Aznar que hizo grandes favores a los países arrasados por la hiperinflación presionando al Fondo Monetario Internacional para que les aflojara las tuercas y haciendo quitas a la deuda que tenían con nosotros. Eso se ha perdido porque España no inspira ningún respeto. Saben de nuestra debilidad económica y de representación internacional y nos hacen lo que no se atreven con las inversiones norteamericanas.
EL HONOR PERDIDO
El pacto Nuevo Socialismo Americano girará sus ruedas dentadas y sólo hay que esperar a que el atrabiliario Hugo Chávez se muera en La Habana o en Caracas y ver qué salida tiene Venezuela. El Banco Santander ya se fue de Caracas, pero al menos cobrando. Ecuador y Nicaragua están a la espera y Argentina, cuando se enfríe YPF, es capaz de expropiar desde la Telefónica a Prosegur. Darlo todo a la justicia internacional o a las comisiones de arbitraje es sacar agua del mar con un cesto. Brufau y sus accionistas cobrarán cuando se enfríe el infierno, y siendo tan escaso lo que importamos, cualquier represalia comercial provoca el llanto. El respeto es como el honor en la Guardia Civil: una vez que se pierde no se recupera jamás.
EL PERSONAJE DE LA SEMANA
En la jurisprudencia anglosajona, pactar con el fiscal, que es el instructor, es una vieja costumbre también extendida entre nosotros: es la base de una justicia rápida y garantiza la recuperación de los bienes malhabidos. No parece ser este el caso del Duque de Palma porque al declararse culpable se deja a sí mismo y a la institución que todavía representa a los pies de los caballos. Lo gallardo es que afronte su juicio sin apaños legales aun a riesgo de una pena de cárcel que tampoco será la del Conde de Montecristo. La prisión, que no se la deseo a nadie, no dañará su imagen más de lo que ya se ha escrito sobre sus andanzas de recolector de fondos públicos utilizando por su cuenta la Casa del Rey como palanqueta. Es una extrañeza que César Alierta no le haya dado una baja en Telefónica, aunque sea remunerada, y que el imputado no se haya instalado en España a la espera de sus avatares judiciales. Las empresas seleccionan a sus ejecutivos tras exhaustivos informes, mientras las Casas Reales matrimonian a sus hijos tras un somero repaso biográfico. Con el tiempo, Urdangarín, absuelto o condenado, podrá recuperar el derecho a su propia imagen, pero por el momento lo que necesita son mejores abogados.
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