Sevilla

Casillas un portero en la encrucijada

Casillas, en la encrucijada
Casillas, en la encrucijadalarazon

El orden natural, por María José Navarro

Me cuentan fuentes de toda solvencia que hace unos meses aparece en la puerta de La Sexta una furgoneta de la Policía preguntando por Sara Carbonero. Se habí­a olvidado la cartera con la documentación en el Bernabéu, mecachis, y los diligentes agentes se acercaron en tropel y dándose codazos como adolescentes a devolver a la periodista sus pertenencias. Esta chica ya no trabaja aquí­, caballeros, pero Vds. no se preocupen que aún tiene alguna amiga, una para ser exactos, asegura el vigilante de seguridad. La amiga llama a Sara, Sara llama a Iker y el mejor portero del mundo se presenta en la puerta de La Sexta a recogerle a su amada el bolso. Enternece- dor. Ahora que el yerno perfecto ya ha encontrado a la novia perfecta, los demás mortales respiramos aliviados. Los chiquillos ya no se ocultan, todo lo contrario, y acaparan portadas y reportajes, idas, venidas, ella para bien y él, pagando el pato. En un paí­s cainita por naturaleza y rebosante de envidia mezquina, a ella se la desea y a él, se le pone a caldo. A mí Casillas no me cae bien porque acepta nada más que regular las críticas, pero lo que está pasando desde su fallo contra Arabia Saudí­ me parece asqueroso. Cuestionar su valí­a, su trayectoria, su importancia y su dedicación es retorcido y, además, malo para la selección. Por eso mismo estoy a este lado de la página. Y también porque dirigir el debate contra Casillas para colocar a Valdés de primer portero es faltarle al respeto a Reina, y eso sí­ que va contra todos mis principios. Las cosas por su orden y por el orden que se han ganado los protagonistas. Iker es indiscutible. Y lleva nada más y nada me- nos que diez años demostrándolo. El que venga detrás, que arree.

¡Miau!, por Lucas HaurieLo he consultado con mi abogado y me dice que no hay caso, que está ganado antes de la vista, así que está decidido: denuncio por «mobbing» a mi vecina y empapelo también, como responsable subsidiario, al jefe de deportes. De modo que María José Navarro, colchonera desde antes que su padre le hablara a su madre, hace un requiebro para doblar este último cabo de la temporada y se pide defender a Iker Casillas, capitán y emblema del Real Madrid. ¿Con qué espurio interés? Pues que servidor tenga que criticarlo menos de una semana después de que, todos en pie, don Alfonso Ussía le haya afeado en este mismo periódico su baja forma. Muy parcial habría de ser un juez que no observase en la maniobra una evidente intención de convertirme en el hazmerreír del articulismo patrio. Tengo entendido que en Las Ventas, la tercera plaza más importante de España (después de las de Sevilla y Jerez), existe un sector de aficionados asilvestrados que exclaman ¡miau! cuando entienden que el toro tiene el trapío de un minino. No quisiera que todos los lectores maullasen al unísono si recordase que Casillas, por el bien de la selección, merecería una pasada por el banquillo para que reflexionase sobre la relación entre las apariciones en las portadas del colorín y la súbita blandura de sus manos. Ningún poeta cantará a la América española con un verso más redondo que «ínclitas razas ubérrimas…» ni nadie va a explicar mejor que Ussía los motivos por los que Del Bosque debería relevar al portero. Lo de siempre: que Superman era soltero y que cuando se convertía en Clark Kent, calzonazos emparejado, perdía todos sus superpoderes.