Castilla y León
OPINIÓN: Bolonia en la piscina
En la Baja Edad Medía del siglo XI, al norte de los estados italianos, germina pionero el espíritu universitario en la ciudad de Bolonia. Equiparada a Oxford, Paris o Salamanca, por el «Alma mater studiorum» pasaron personalidades como los poetas Dante Alighieri o Petrarca. Hoy, diez siglos después, Bolonia y su esencia universitaria están bien presentes a lo largo del Viejo Continente.
Haciendo caso de la sentencia del filósofo griego Heráclito, de que «todo se transforma», la universidad no iba quedarse al margen. La implantación de un nuevo plan de estudios en todas las universidades europeas, responde al objetivo de unificar los saberes entre las numerosas instituciones que se extienden por el continente y así facilitar un mercado común de trabajo para los jóvenes estudiantes, en un mundo marcado por la globalización.
Llegan a la vez las calificaciones tanto para nosotros los universitarios, como para un plan que ya finaliza su segundo curso de pleno funcionamiento. Bolonia se coló en las aulas como algo novedoso y desconocido, pero hoy alumnos y profesores lo critican, en el sentido amplio del término. Uno de los principales debates se centra en el «nuevo septiembre», las recuperaciones trasladadas a julio, mes central del estío, de calor y de piscinas. Pero también los reproches se dirigen hacía la marcada aplicación prácticas de las asignaturas. Una realidad que se aleja bastante de la concepción clásica del término.
¿Dónde queda el sentido clásico de universidad, ese lugar de pensadores y reflexión, de estudio e investigaciones? Y aunque es necesario orientar las diversas disciplinas hacia el siglo XXI, no pueden ser ancladas en la demanda de un momento puntual y pasajero, por difícil que éste sea.
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