Miami

Kike Sarasola: «Si fuéramos realistas no votaríamos por las ideas sino por las personas»

Aunque se le vea de fiesta en fiesta, rodeado de políticos, nobles y artistas, Kike Sarasola es un trabajador nato.

Kike Sarasola acaba de inaugurar un nuevo hotel en Miami
Kike Sarasola acaba de inaugurar un nuevo hotel en Miamilarazon

Empresario por vocación, acaba de abrir su último hotel en Miami, decorado por Nacho García Vinuesa y en cinco meses abrirá otro más en Barcelona decorado por Teresa Sapey. Cuando se le pregunta si podría haber empezado de cero, presume de haberlo hecho… «vale, con la ayuda de un crédito de mi padre», y asegura estar preparado para pasar del privilegio a vivir con unos vaqueros y una manzana. Hasta que llegue ese día, que no tiene por qué llegar, su casa es «espectacular». Como su vida.

–Dicen que a los niños ricos les cuesta más hacer carreras de provecho, pero no es su caso…
–Bueno, es que yo empecé a trabajar a los 17 años con mi padre y siempre tuve vocación de empresario. Otros niños, incluso a mi hermano, decían: «Yo quiero ser bombero o piloto…» Pero yo siempre quise ser empresario como mi padre.

–Pero hubo una época en la que abandonó los negocios por los caballos…
–Es cierto, no tuve más remedio que irme dos años de España cuando me estaba preparando para los Juegos Olímpicos de Barcelona, porque aquí había peste equina y no me podía arriesgar.

–¿Y cómo fue esa experiencia de ser jinete Olímpico?
–Te lo resumo diciéndote que el día más importante de mi vida fue aquel en el que estaba entrando en Barcelona junto a todo el equipo español tras el Príncipe Felipe que portaba la bandera. Ser olímpico es lo más.

–Algo impresionante, pero con mucha menos responsabilidad de la que tiene ahora…
–Desde luego, porque ahora dependen de mí quinientas personas. Eso tiene un punto de satisfacción, pero hay veces que no me deja dormir. Y como soy hiperactivo, cada vez duermo menos.

 –No me extraña: Quinientos empleados, diecisiete hoteles en seis años ¿cuál es el secreto?
–Afrontar los problemas. El año pasado fue un año muy difícil para mi empresa y en agosto cogí las riendas y cambié muchas cosas. Contraté a un nuevo director general y ahora va de cine, con una ocupación de cadena del 87 por ciento, lo que supone un absoluto récord.

–Casi un milagro en estos tiempos de crisis…
–Precisamente por eso, renegocié la deuda, me quité los dos hoteles que estaban yendo mal y preparé la empresa para que, si la crisis dura mucho, podamos aguantarla.

–No todos los empresarios pueden hacerlo…
–Desde luego, veo a cientos de amigos míos que están teniendo que cerrar sus empresas porque los banqueros no les dan crédito. Y sin embargo el dinero de los contribuyentes se sigue metiendo en los bancos. ¿Ha habido algún banquero que lo haya hecho mal y se vaya a la cárcel? ¡No lo entiendo! Y me parece que el clamor popular de la gente tiene toda la razón. Que este país salga adelante no depende de financieros ni políticos, sino de los emprendedores, que son los que dan trabajo. Ramón Tamames dijo algo que me gustó mucho: «Tenemos tres millones y medio de pymes; si hacemos que, por medio de ayudas, cada pyme contrate a una persona parada, el paro se ha acabado».

–A ver si toman nota los políticos. Su padre era amiguísimo de Felipe González, así que imagino que usted habrá sido Felipista desde niño.
–Mi padre era una persona excepcional; cariñoso, divertido, una persona de valores y principios, un gran padre y un gran amigo de sus amigos. Y entre ellos estaba Felipe González. Yo sólo puedo decirte que es una gran pena que no tengamos más Felipes tanto en un lado como en el otro, porque ahora sería el momento de hacer una gran regeneración política.

–Los felipistas de antaño no están muy contentos con el socialismo actual, ¿no?
–Ha habido mucho descontento con Zapatero. Yo creo que su primera Legislatura fue brillante, porque tenía todo lo heredado de Felipe y de Aznar –que ambos hicieron que este país creciera muchísimo–, y se atrevió a dar un paso en lo social. Faltaban muchas reformas, que Felipe y Aznar no se atrevieron a hacer y Zapatero sí. Y por eso será recordado. Pero su gestión de la crisis es la más nefasta que podíamos ver.

–Vamos, que el 20-N tiene que haber cambios…
–Desde luego. A mí Rubalcaba me gusta. Y sobre todo lo que me gusta es que reconoce que ha habido fallos.

–¿Y si se presentara Gallardón como candidato a la presidencia? Porque todos los vips de izquierdas adoran a Gallardón, ¿no?
–Yo a Alberto lo veo como un amigo, y como gestor me parece excepcional. Y me da igual que sea de derechas o de izquierdas. Igual que te puedo decir que Aznar hizo cosas muy buenas en su gestión económica, aunque en otras no me gustara nada. Es decir, que yo no soy un cerrado al que sólo le gustan los de derechas o izquierdas y más en los tiempos que corren. Yo soy de izquierdas, pero se lo he dicho mil veces a Alberto: yo votaría a una persona como Alberto, de hecho, le he votado en Madrid.

–Supongo que ahora es más sencillo pasar de la derecha a la izquierda y viceversa, porque hay una delgadísima línea entre ambas, ¿no?
–Desde luego. Y si fuéramos realistas, no votaríamos por las ideas sino por las personas. Yo soy empresario y lo que quiero es alguien que me gestione bien. Hoy en día lo importante es que seamos eficientes, porque el mundo está muy competitivo. Olvidémonos ya de las treinta y dos horas semanales y de las cosas éstas que están defendiendo los sindicatos, que es una barbaridad. Señores, flexibilicemos el mercado laboral y tengamos en la cabeza que los chinos trabajan «26» horas al día.

–No sé si eso es muy socialista, la verdad. ¿Y que opinión tiene respecto a sanidad, educación y prestaciones sociales?
–Que es fundamental que sean públicas, pero hay que poder pagarlas y para eso hay que ayudar a los emprendedores y que se quite la mentalidad de funcionarios para poder crear.

–¿Entonces considera que hay que pagar más impuestos, como el de patrimonio por ejemplo?
–A mí me parece muy bien que los que más tengan más paguen, pero siempre y cuando se sepa que el dinero está bien gestionado y lo van a emplear bien. El otro día leí una entrevista de Vargas Llosa en la que decía «Es increíble que no se haya castigado a los bancos y que durante todo este tiempo se les haya subvencionado». Que el dinero del contribuyente vaya a parar a los bancos me parece terrible.

–¿Fue terrible lo que le pasó en la cabeza?
–¡Algunas veces digo que me raptaron y otras que es un tatuaje, ja ja ja…! La verdad es que fui de los primeros que se hizo los transplantes de pelo y no salió bien.

–¿Y me va a desvelar por qué existe ese desencuentro entre su hermano Gigi y usted?
–Mi abuela Taki siempre decía «estos niños son muy distintos: Kike es muy Sarasola y Gigi muy Marulanda…» . Tal vez por eso hemos competido. Pero yo siempre estaré ahí para él, porque le quiero con locura.


Personal e intransferible
 A las tres «D» con las que Kike Sarasola concibió sus hoteles –dormir, ducharte y desayunar– ahora se han sumado dos: diseño y diversión. Son como casas de amigos, con nombres de amigos, donde te aconsejan dónde ir y, si no, te remiten al blog «la mochila de Kike». Todo un derroche de creatividad. Kike es muy creativo. Y tiene mucho genio. No hay más que ver cómo se le encienden sus maravillosos ojos verdes cuando se enfada. Pero es que es muy intenso para todo. Para su relación de pareja con su Carlos del alma, que dura ya 18 años –los últimos cuatro, casados–, para sus amigos, con los que sale de veinte en veinte o para conseguir por fin ser padre por partida doble, aunque sea rodeando la legalidad y utilizando un vientre de alquiler en EE UU, tras haber intentado sin éxito la adopción. «En España la burocracia es lentísima. En la Comunidad de Madrid nos maltrataron y al final nos querían dar niños de 5 o 6 años…¿cómo pueden llegar a esa edad sin haber sido adoptados?».


De cerca
 Aunque se cuida porque tiene tendencia a engordar y no dice la edad porque luego se la ponen en los periódicos y lo odia, no le tiene miedo a nada, ni a la vejez.
Bueno sí, a la enfermedad, que sufrió de cerca de través del cáncer de vejiga de su padre. «Por fumar. Por eso soy un gran antitabaco»