Lima
Lima: la musa de Vargas Llosa
Muchas de las obras del reciente Premio Nobel de Literatura beben de la capital de Perú. Sus calles, elegantes y a la vez canallas, no defraudan al viajero ávido de historias que quedan adheridas a la piel y grabadas en la retina
Déjeme que le cuente… de Lima, de sus calles empedradas, de sus casonas coloniales, de sus secretos, de sus olores, de sus deseos, de los rumores del viento y de su premio Nobel de Literatura. Por sus raíces indígenas heredó su nombre de la palabra aymara «lima-limac» o «limac-huayta» que significa flor amarilla. Situada en las márgenes del río Rímac y las aguas del Pacífico, la ciudad comenzó a construirse en las tierras milenarias de los asentamientos precolombinos del cacique indígena Taulichusco. Fue Fundada por el conquistador Francisco Pizarro en 1535, el día de la Epifanía o de los Reyes Magos. Incluso, en su escudo se presentan tres coronas: las de Melchor, Gaspar y Baltasar, por ello la llaman también «La Tres Veces Coronada Villa». Hoy es la ciudad más grande y poblada de Perú, que luce un sol brillante durante seis meses al año.
Déjeme que le diga la gloria… de esta ciudad, que conserva construcciones de la época prehispánica y que cumple 475 años. En el centro histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, irrumpen todos los sentidos, los mismos que atraparon a Mario Vargas Llosa. Su imaginación, visión de la realidad y la gente de aquellos años 50 que vivieron y sobrevivieron, están presentes en sus primeras obras. En «Los jefes»; «Los cachorros»; «La ciudad y los perros»; «Conversación en la Catedral» y «La tía Julia y el escribidor» las letras se entremezclan con el ambiente de las plazas y calles de Lima. «Encerradas entre la avenida Larco, el Malecón y la calle Porta hay media docena de manzanas: un centenar de casas, dos o tres tiendas de comestibles, una farmacia, un puesto de refrescos, un taller de zapatería y un solar cercado donde funciona una lavandería clandestina», describe el galardonado autor en «La ciudad y los perros».
La capital atrapada en la neblina muestra el gris de cada día y también esa fina llovizna que a veces cubre al viajero y cala hasta los huesos. Vargas Llosa refleja los atractivos de su arquitectura, su historia y su gastronomía. No pierde tiempo para atrapar el conjunto arquitectónico más logrado –por su unidad, color y volumen– de Hispanoamérica: la plaza mayor, la catedral, la iglesia y los conventos de Santo Domingo y San Francisco. Tras este andar, se recuperan energías con un mate de hoja de coca, energética yerba sagrada inca, aunque otros prefieren un pisco sauer y el tradicional ceviche.
Museo de la Inquisición
La Inquisición tiene un museo en Lima. En 1968 se inauguró y se ha convertido en uno de los principales del país. Las salas que más morbo y curiosidad despiertan son la Puerta del Secreto, que conducía a un lugar donde sólo tenía acceso el Inquisidor Mayor; la Cámara de Tormento, donde se torturaba y estaban las cárceles secretas, y los calabozos subterráneos, que han sido conservados.
Mientras se descubre la ciudad se encuentran centenares de restaurantes, cevicherías, cafés y variados locales en los que se deleita el paladar con la cocina limeña; una de las más diversas del mundo por sus platos típicos. Su cocina heredó las excelencias culinarias prehispánicas y coloniales, así como el aporte de las mejores recetas de Oriente y Occidente. Antes de partir de la ciudad antigua y dejar cucharas y tenedores, las sensaciones y los cinco sentidos se conjugan con una trilogía determinante en Lima: el río, el puente y la alameda, que inspiró a la reconocida compositora peruana Chabuca Granda a enaltecer a las limeñas a través de doña Victoria Angulo, mujer de raza negra inmortalizada en el vals «La Flor de la Canela».
Para revivir la Lima de Vargas Llosa basta con recorrer las calles y esquinas del distrito de Miraflores, del centro de la ciudad, el litoral de la Costa Verde, el barrio de La Victoria y el bohemio Barranco, preferido por jóvenes, músicos e intelectuales. Para el disfrute de los enamorados está «El Puente de los Suspiros». Cuentan que su nombre se debe a los romances que ha inspirado. Incluso existe una tradición que augura que quien vea por primera vez el puente y lo cruce sin respirar, se le cumplirá el deseo que pida. Chabuca Granda se inspiró en los deseos y los amantes de la leyenda para componer una canción: «El Puente de los Suspiros». Barranco es romántico, bohemio y nocturno.
¿Más por descubrir? Sí. Mitos, leyendas, historias; una ciudad fantástica, elegante y canalla que pocos conocen, porque para el turismo internacional, Perú es sólo Machu Picchu y Nazca.
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