Hollywood
Clive Owen de miedo
El Festival de San Sebastián de la era Rebordinos –hasta ahora director de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de esta misma ciudad- arrancó, cómo no, con una cinta de contenido sobrenatural, «Intruders», de Juan Carlos Fresnadillo. La ciudad, que vive uno de los septiembres más calurosos que se recuerdan, esperaba con ansia la proyección de «El árbol de la vida», ganadora de la Palma de Oro en Cannes y la presencia de este director español que con apenas tres filmes, despunta como abanderado de ese cine de género español, que triunfa en Hollywood y Europa y que abrió oficialmente la sección oficial, aunque fuera de concurso. Sin embargo, fue recibido con una acogida tibia, después de los aplausos que cosechó en el Festival de Toronto. Asegura el realizador que la cinta pertenece al grupo de historias propias, que quiere simultanear con encargos de grandes estudios, como «28 semanas después», pero, aun así, «Intruders» es una producción ambiciosa protagonizada por Clive Owen, con una factura visual estimable que ya es marca de la casa.
Una habitación oscura
Esta vez Fresnadillo encuadra alternativamente dos pesadillas infantiles sospechosamente parecidas, a pesar de estar separadas por décadas y kilómetros de distancia. Una irrumpe en la oscura habitación del hijo de una madre solitaria (Pilar López de Ayala) en la España gris predemocrática, y la otra se cuela en las noches de una adolescente, hija de un jefe de obra inglés (Clive Owen) que vive cerca de Londres en nuestros días, lo que propicia que una parte del filme se hable totalmente en castellano y otra en inglés. «Es una película sobre el miedo como herencia. En nuestro legado están también los miedos de nuestras familias». El cineasta no oculta que, filosóficamente, ha continuado la estela de Jodorowski, «un artista global al que sigo y que sostiene que en la familia es donde empieza toda la estructura emocional del ser humano», y también sus miedos.
«Nos aterra descubrir el lado oscuro de la gente que amamos, pero para querer a alguien hay que aceptar también estas cosas». A pesar de ser el inspirador de este pensamiento, ha preferido no construir él mismo el guión: «Resultó mejor porque así era capaz de cambiar lo que fuera necesario cuando intervenían los actores». En cualquier caso, se trata de un terror mucho más interno que físico, pues Fresnadillo huye de los sustos que hacen respingar al espectador a pesar de que muestra al coco de los sueños desde los primeros planos: «Más que una película de terror es sobre el miedo, incluso curativa. Yo la recomendaría hasta a aquellos que temen ver cine de género». El autor de «Intacto», que embauca con su discurso bien construido y su acento canario en las distancias cortas, tampoco evita la crítica más repetida al largo, su ritmo en exceso pausado en la hora central del metraje y su precipitada resolución en una escena sumamente arriesgada con una transformación física espectacular de Pilar López de Ayala: «En otras versiones del montaje había más piezas en el puzzle, pero me resultaba agotadora», argumenta, parece que por no abrumar al espectador ha logrado que éste acabe por dar demasiadas vueltas en el sillón. Sobre la elección de Owen, el director comenta que «tiene una presencia como de actor de cine clásico, alguien que logra hacer cotidianas las cosas más complejas, por eso me servía para que supiera llevar al espectador hasta el desenlace final». El británico asegura que después de leer el guión y ver los dos títulos anteriores del realizador, «Intacto» y «28 semanas después», supo que estaba en buenas manos y se dejó llevar por Fresnadillo, a pesar de que nunca había rodado en España y su personaje tenía algunas secuencias en castellano.
El exorcista Héctor Alterio
Fueron muchas las veces que la prensa preguntó ayer Fresnadillo sobre el éxito de los jóvenes directores españoles en películas de género en todo el mundo. «Creo que hay un denominador común en todos nosotros que es una apuesta por el lado humano de las historias sobrenaturales». Admite que lo fantástico ha ganado en profundidad después de décadas en las que el terror estuviera asociado a comedias adolescentes. A pesar de que su filme tiene momentos de comedia como la secuencia de Héctor Alterio en el papel de exorcista, se niega a abandonar la fantasía: «Siento que mis películas son una mezcla de géneros, por ejemplo esta película se escora desde el suspense al drama familiar, pero siento que el elemento sobrenatural debe estar siempre presente».
Aunque ese elemento en este caso sea tan doméstico como los miedos que sufría él de pequeño por las noches, pues al fin y al cabo, admite que lo que ha querido es exorcizarse de los temblores que le producía de niño determinada historia familiar que le contó su madre. Una muestra de vulnerabilidad de un joven talento que, probablemente, volverá filmar para Hollywood el cuarto título de su filmografía y que ha aprendido, como otros de su generación, que contar historias intimistas en España no es incompatible con llegar a audiencias millonarias con trabajos en grandes estudios, pero, sobre todo, que «ante todo, cualquier historia, ha de ser entretenida». Un objetivo que esta vez parece no haber logrado del todo.
El fútbol manda
Precisamente el día que se rodaba la secuencia en el hospital, una de las claves para la resolución del filme, se jugaba la final del Campeonato del Mundo de Fútbol entre España y Holanda. A pesar de las dificultades que tiene trabajar en un edificio de estas características cuando no es festivo , el equipo técnico se negó a trabajar. Finalmente decidieron parar para ver el encuentro cuatro horas. La peor parte se la llevó Carice van Houten, la única holandesa –país contra el que se jugó el partido– en un equipo repleto de españoles. La actriz lo contó ayer entre carcajadas, acompañada de Pilar López de Ayala y Ella Purnell, su hija en la ficción.
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