Literatura

España

75 castañas

La Razón
La RazónLa Razón

Iba a escribir hoy del asco que me dan las cosas que pasan en estos partidos del siglo que se juegan cada mes, pero me he torcido. Y es que es tanto el asco que me da escribir sobre el asco que siento que he perdido las ganas hasta de hablar de mi asco. Como al asco se une el cansancio y la vergüenza ajena de ver a todos estos tipos hechos y derechos comportándose como niñatos ridículos, no quedan ganas de ná. Ni de comentar las escenitas de peleas de bar, las patadas traicioneras o los encaramientos de muflón en celo. Ni siquiera esas declaraciones de que «el fútbol es cosa de hombres», como el brandy Soberano, hechas por un tipo que acaba de meterle un dedo en un ojo a otro por la espalda poniendo cara de decir chincha-rabiña. Tal es la vergüenza que una siente que, quién me iba a decir esto a mí, casi siento lástima por ciertos madridistas de cierta edad, aquellos que se avergonzaban en su momento por la actitud macarra de jugadores de su equipo que hoy en día serían la indiscutible referencia ética de su club. Cómo estarán ahora, los pobres.

Como no iba a hablar de fútbol (y eso que llevo ya un párrafo gordo), les hablaré de Robert Redford; yo soy así. Robert Redford, que está estupendo, ha cumplido 75 años, la edad de muchos madridistas que hoy no sabrán dónde meter la cabeza. Esto demuestra dos cosas: que hay que ver qué suerte tienen estos señores de tan buena pasta y que los 75 años de ahora, como pasa con los 120 km/hora, no son los de antes. En estos tiempos de crisis una echa de menos señores y señoras de 75 años que ayuden a tomar decisiones y a tranquilizar a los ministros de cuarenta y pico con cara de andar más perdidos que el barco del arroz en cuanto las cosas no funcionan. Quizá unos cuantos señores (y señoras) de 75 años ayudarían a tranquilizar los mercados y mirar a más largo plazo, quizá alguien con más experiencia daría ideas surgidas del sentido común y no del pánico, quizá un presidente chapado a la antigua impediría que los entrenadores de su equipo se comportaran como Detritus, el personaje de «la Cizaña» de Astérix. Y si encima estos señores y señoras tuvieran la buena planta de Robert Redford, mejor que mejor. Claro que esto no sería posible en España, donde, en nombre de nuestro Santo Patrón Caín, el pueblo estaría dividido irremediablemente entre ultra partidarios de Robert Redford y de Paul Newman de forma que lo que hiciera uno sería automáticamente rechazado por los partidarios del otro. En estas cosas, como en tantas otras, yo me veo muy alejada de la siempre polarizada masa: a mí, ya se lo imaginan, me gustan igual los dos.