Música

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La discreción como virtud por Arturo REVERTER

Ciclo de LiedLieder y canciones de Loewe, Schubert, Schumann, Stanford, Sullivan y Britten. Solista: Gerald Finley, bajo-barítono. Piano: Julius Drake. Teatro de la Zarzuela. 18-VI-2012.

La Razón
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A partir del curso que viene esta serie de conciertos, patrocinada hasta ahora por la Fundación Caja Madrid, pasa a depender del CNDM, lo que evita, afortunadamente su desaparición. Para cerrar la temporada se contaba con Gerald Finley, un cincuentón de buen ver y sobrias maneras. No es en puridad un bajo-barítono, sino, creemos, un barítono con excelentes graves. El timbre, grato, es lírico, de buena pasta y redondez, la extensión apreciable, con audible, bien que no rotunda sonoridad, de las notas graves y un discreto aseo en la zona aguda, que el cantante pudo hacer evidente en «Der Schatzgräber» de Schumann.

Es artista seguro, de emisión fluida y fraseo bien cincelado no exento de elegancia; no muy expresivo, pero musical, lo que permitió una interpretación más que digna del «Erlkönig» de Schubert, aunque sin llegar la alucinación última. No está en el secreto de las más matizadas coloraciones y de los más vívidos contrastes, lo que supuso que las extensas baladas de Loewe o Schubert nos fueran ofrecidas con una cierta pesantez, reforzada por la adopción de tempi en exceso prudentes. Lo que se puso de manifiesto también en un lied como «Der Einsame» de Schubert. Los registros de Finley quedaron probados en piezas de distinto signo, como las canciones populares de Britten. En todo momento se puso de relieve el acoplamiento con el pianista Drake, matizado y expresivo, bien que de digitación no siempre clara. Dos bises: una canción popular de Britten y el lied «Die Lotosblume» de Schumann, muy bien dicho, que ambos intérpretes tuvieron el buen gusto de dedicar a la memoria del desaparecido Dietrich Fischer-Dieskau, maestro de maestros.