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Arganzuela

Madrid: el paseante se adueña de la capital

El ambicioso proyecto Madrid Río ha convertido la ribera del Manzanaresen un destino que no defrauda, combinación de naturaleza, ocio, cultura y deporte 

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Madrid está de estreno. Y los madrileños y los turistas que llegan a la ciudad, de enhorabuena. No es para menos, pues la capital muestra su nuevo rostro con uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos de los últimos años. Se trata de Madrid Río, la mayor operación de reequilibrio ecológico en la historia reciente de la ciudad, que acaba con el dominio del tráfico rodado para poner al caminante en el centro, convirtiéndole en el gran protagonista de la urbe. A orillas del Manzanares, santo y seña de la capital, todo está pensado para que los viandantes disfruten al máximo de la experiencia al aire libre, en pleno contacto con la naturaleza. Sin ruidos, sin tráfico, sin contaminación, sin prisas... Madrid Río es el vivo ejemplo de una ciudad sostenible.
Ahora que la primavera se ha colado en el calendario y el buen tiempo empieza a hacer acto de presencia, es hora de salir a la calle, caminar a orillas del río y quedarse boquiabierto al descubrir en primera persona el último regalo que nos brinda Madrid. No hay mejor excusa para hacer una escapada o pasar una tarde de domingo. Las posibilidades son muchas, ya que el proyecto fusiona con maestría naturaleza, arte, cultura y deportes. En definitiva, todo lo necesario para vivir una jornada redonda.
A pocos minutos de la cosmopolita y ajetreada Gran Vía se abre un área verde que parece no tener fin. El nuevo parque Madrid Río cuenta con una superficie de más de un millón de metros cuadrados. Y no sólo eso, ya que además logra integrar la Casa de Campo en la ciudad a través del Puente del Rey.
La naturaleza se adueña de los aledaños del Manzanares. El nuevo eje medioambiental configurado por el parque Madrid Río ha supuesto la plantación de 33.000 árboles de 30 especies diferentes, especialmente pinos, y 470.000 arbustos de más de 20 variedades, entre las que predominan las plantas aromáticas y tapizantes. El parque está vertebrado por un gran paseo arbolado peatonal y ciclista de 30 metros de ancho, desde el que se puede acceder a los seis grandes jardines que arropan el río. Estos nuevos jardines, además, realzan y ponen en valor los referentes históricos y culturales existentes a lo largo del Manzanares, como los puentes históricos, el complejo Matadero Madrid o la ermita de Virgen del Puerto.
 
A pie o en bici
Pensando en el ciudadano y en que éste saque el máximo partido a la nueva zona se han creado varios itinerarios peatonales y ciclistas que discurren a lo largo de diez kilómetros entre monumentos, parques, ermitas, huertas y puentes. Así, caminar o hacer deporte resulta de lo más entretenido. Con los ojos bien abiertos, el caminante tiene a su alcance la posibilidad de recorrer la urbe de norte a sur, dejando a su paso estampas en las que merece la pena detenerse.
Si el viaje empieza en el norte entraremos en la Huerta de la Partida, cuyo origen se remonta al siglo XVI y que ahora se ha recuperado con un lenguaje contemporáneo, gracias a la plantación de árboles frutales.
La travesía continúa por la avenida de Portugal, vestida de cerezos que ya empiezan a mostrar su cara más colorida. Desde la margen izquierda el viajero puede acceder a los nuevos jardines barrocos de la ermita de Virgen del Puerto, y divisar los jardines bajos, los estanques fluviales y las fuentes monumentales del puente de Segovia, que datan del siglo XVI y tienen el honor de ser las más antiguas de Madrid.
A esta altura del camino, la antigua calzada de la M-30 tiene ahora otra misión: permitir el paso peatonal y ciclista a través del nuevo puente oblicuo. Aquí hay otro punto de conexión que no pasa desapercibido. Se trata del denominado puente «Y», que evoca los antiguos puentes ferroviarios de la sierra de Madrid y consta de tres apoyos sobre las riberas del río. A partir de este punto, el recorrido continúa por la margen derecha, hasta el puente de Toledo, del siglo XVII. Aguas abajo, el visitante se encuentra con el nuevo puente monumental de Arganzuela, cuatro siglos posterior, convertido por méritos propios en uno de los iconos de la renovada capital. Diseñada por el arquitecto Dominique Perrault, la pasarela tiene un espectacular carácter escultórico que nos deja atónitos, gracias a sus más de 200 metros de longitud en forma de caracola. Además de enlazar los distritos de Carabanchel y de Arganzuela, la obra es un privilegiado mirador hacia el puente de Toledo.

Vecinos en el techo
El camino prosigue. Y lo hace en busca de los puentes artísticos de Invernadero y de Matadero, platos fuertes del menú de Madrid Río. Con forma de cáscara, merece la pena detenerse en el interior de las nuevas creaciones para conocer con detalle las figuras plasmadas en sus bóvedas por el artista madrileño Daniel Canogar. Aunque suene exagerado, algunos afirman que se trata de una moderna «capilla sixtina», ya que reproducen las imágenes de los vecinos del barrio.
Desde cualquiera de estos puntos se accede a Matadero Madrid, centro neurálgico de la cultura en el sur de la capital. Así, el Paseo del Arte que se inicia en Recoletos no acaba en Atocha, sino que se prolonga hasta Madrid Río, como consecuencia de la transformación del antiguo matadero en un sorprendente complejo –rodeado de 89.000 metros cuadrados de jardines– dedicado a las formas de expresión artística de vanguardia.
El final de la travesía empieza a estar próximo. Dos nuevas pasarelas construidas sobre el río permiten acceder hasta la Caja Mágica y el Parque Lineal del Manzanares, desde cuyos montículos se divisa una magnífica perspectiva del corredor ambiental que ha transformado el sur de la capital.
Aunque el trayecto de 10 kilómetros sea largo, el entretenimiento está asegurado. Aun así, si no hay tiempo para realizar el recorrido completo de una atacada, hay algunos puntos que el viajero no debe perderse. Buen ejemplo de ello son los tres miradores de Madrid Río que nos invitan a contemplar la cornisa monumental de la ciudad. El primero de ellos, el mirador de la Huerta de la Partida, nos regala la mejor perspectiva del «skyline» de Madrid, con el Palacio Real o la catedral de la Almudena en primer plano, junto a edificios más contemporáneos, como la Torre de Madrid o el edificio España un poco más allá. El mirador de la Glorieta de San Vicente ofrece la vista de la Casa de Campo y los almendros de la avenida de Portugal, mientras que el puente de Segovia, configurado ahora también como atalaya privilegiada, permite contemplar los jardines de la ermita de Virgen del Puerto y el puente del Rey por el norte, y las fuentes monumentales y el puente oblicuo por el sur.
Si el arte y la cultura tienen su hueco en la nueva cara de la ciudad, el deporte no se queda atrás, pues Madrid Río puede considerarse un polideportivo al aire libre con actividades para todos los gustos. En concreto, a lo largo del río se sitúan 33 pistas pensadas para los aficionados al tenis y al pádel. Si lo que prefiere el viajero es dominar la escalada, tiene a su disposición la Escuela ROC 30, situada en el entorno del Puente de Toledo. Para jugar al fútbol, el parque de Arganzuela es el destino perfecto, gracias a sus dos pistas de fútbol 7 y otra de fútbol 11, así como la pista de fútbol sala de El Vado. Y ahí no acaba la oferta, pues el parque de Arganzuela incluye dos pistas de patinaje en línea y skate, sin olvidar el canal de remo, que permite piragüismo.
Parece difícil ofrecer más opciones de entretenimiento y diversión al aire libre. Madrid Río no defrauda. ¿Qué mejor modo de estrenar la primavera?
 

Para niñosy abuelos

A lo largo de los seis kilómetros del Salón de Pinos, tanto los más pequeños de la casa como los mayores encuentran actividades adaptadas a sus edades. Los juegos infantiles, integrados en el entorno, ofrecen entretenimiento y ocio imaginativo a los niños, gracias a materiales sostenibles y naturales. Como si fuesen pequeños bosques dentro de la ciudad, pueden encontrarse diferentes figuras de animales talladas en madera y troncos de árboles que garantizan la diversión de los peques. Los juegos están construidos con troncos, cuerdas de cáñamo y caucho, que configuran telas de araña, hamacas, puentes colgantes o lianas para trepar. Los abuelos también tienen su hueco en los tres espacios biosaludables, que cuentan con aparatos para realizar ejercicios físicos.