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OPINIÓN: Pobres progres
La propuesta de la primera ministra australiana, la socialista Gillard, de modificar la forma de datar la Historia para suprimir la referencia a Jesucristo da risa y a la vez pena. Estos «progres» antidiluvianos con tal de hacer daño a los únicos que se les enfrentan educadamente –los cristianos– están dispuestos a echarse en manos de los que les atacan con bombas –los fundamentalistas musulmanes–. Nos odian tanto que quieren hacernos desaparecer, incluso a base de modificar el curso de la Historia. A la señora Gillard es posible que después de esa genialidad se le ocurra ordenar la destrucción de las iglesias, cosa que están intentando hacer aquí con, por ejemplo, el Valle de los Caídos. Pero ni ella ni los del «pib» socialista español –producto interno bruto, por si no saben lo que significa– lo van a conseguir. Claro que no son los únicos que aprovechan lo que sea para zaherir a la Iglesia. Hay hijos que, quizá para sacudirse de encima el buen nombre del padre que les mortifica por su ejemplo, se dedican a insultar al representante de los católicos llamándole «sumo hechicero». Si su padre levantara la cabeza, se volvía a morir del disgusto. Están enfurecidos al ver que se cumple aquello de «los muertos que vos matáis gozan de buena salud». Los cientos de miles de jóvenes que han llenado Madrid son la prueba. Son sus enemigos los que ni tienen pasado ni les queda futuro y por eso están tan llenos de rabia. Dan lástima.
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