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Los caballos y los perros

La Razón
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Gracias a la educación que nos dieron nuestros mayores, incluso en los odiosos momentos de la crisis que nos afecta, a la mayoría de las personas la desesperante contrariedad de hacer cola en la ventanilla del banco nos parece más razonable que la estimulante tentación de atracarlo. Si nos faltase el rigor de la educación recibida, de la idea de asaltar la sucursal nos disuadiría sin duda el amenazante peso de la Ley. Una buena solución para desvalijar el banco sin necesidad de atracarlo sería hacer los méritos necesarios para dirigirlo. Son de dominio público unos cuantos ejemplos que demuestran hasta qué punto se puede entrar a la prisión por la puerta de acceso a la dirección general del banco. La verdad es que yo nunca he tenido fe en la propaganda que ayuda a recrear ante la opinión pública la imagen de los supuestos portentos financieros de algunos personajes. Lo que los atracadores se llevan saltando pistola en mano sobre el mostrador de la sucursal con una media en la cabeza, es una minucia comparado con lo que saquean los magnates a cara descubierta y sin necesidad de cargar el botín en sacas y salir huyendo. Hemos adorado como héroes de las finanzas a quienes sólo eran simples delincuentes con trajes caros, las uñas lacadas y un coche con chófer de librea en el que incluso podría ser robado el aire de la ruedas. Igual que Italia prospera cada vez que se queda sin Gobierno, muchos bancos mejoran sus balances gracias a que un relevo en la cúpula directiva ha dejado sin rumbo el ir y venir de las cuentas, el flujo y el reflujo que obedecen a las leyes del mercado. Ocurre en esto de los héroes financieros lo mismo que con los jinetes del hipódromo, que le deben su renombre a la instintiva decisión de no oponerse a lo que haga por sí mismo el caballo. Si los ríos llegan al mar sin necesidad de preguntar por el camino, del mismo modo puede funcionar la economía si los políticos no se empeñan en interferir estúpidamente en su rumbo. Soy amigo de una pareja que tenían graves desavenencias por falta de compenetración en cama. Después de sucesivos fracasos por seguir indicaciones del psicólogo y a pesar de haber leído prestigiosos manuales sobre sexo, resolvieron su conflicto gracias a haber imitado a ciegas en cama lo que en el portal hacían con pasmosa naturalidad sus perros.