Huelgas
Sindicatos
En dos semanas, huelga general. Los sindicatos calientan motores poniendo en evidencia a un Gobierno que ha renunciado a realizar una política socialdemócrata «strictu sensu». Zapatero, obligado por las circunstancias, se aleja de la ortodoxia rectificando en favor de un pragmatismo que aspira a reducir el Estado de bienestar al tiempo que evita su destrucción. Igual que en toda Europa. Reducción del gasto y modificación de las condiciones sociales hasta un límite que permita al Estado garantizar la distribución de la riqueza, en un momento en la que ésta brilla por su ausencia. En definitiva, nuestro Gobierno se apunta a un paso atrás para avanzar de nuevo, cuando toque, para evitar que impere la ley del más fuerte como aspiran los «neocon» que se refugian bajo el epígrafe de «los mercados» y que cuentan con aliados irreductibles en toda la derecha conservadora europea.
En esta tesitura, los sindicatos marcan su terreno. Es su obligación. Por eso, es lamentable que por defender los intereses de los trabajadores sean calumniados sin ton ni son. Se los ha calificado de sumisos al Gobierno cuando era el Ejecutivo quien suscribía sus análisis. Se los califica, poco más o menos, de vagos y maleantes, cuando las organizaciones sindicales son de las pocas instituciones que pasan por las urnas permanentemente –cosa que no hace la patronal– sometiéndose al juicio de los trabajadores. Además, muchos sindicalistas se dejan la piel más allá de las horas sindicales. Sin duda, algunos vivirían mejor sin sindicatos. Otra cosa es cuestionar si la convocatoria de paro general es oportuna. Las huelgas sólo salen bien cuando se trata de repartir la riqueza. Las de resistencia numantina están condenadas al fracaso.
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