Independencia de Reino Unido
Una historia común escrita con sangre
Madrid- Cuando el rey Jorge V visitó Dublín en 1911, la historia de las relaciones entre Inglaterra e Irlanda era un campo lleno de minas, un escenario con siglos de enfrentamientos entre una isla dominada y otra dominadora. Irlanda se consumía entre dos facciones. A un lado estaban los pro británicos, irlandeses protestantes con cierto estatus social; al otro, los irlandeses católicos y nacionalistas que abominaban de la monarquía inglesa. En 1913, la Cámara de los Lores aprobó la autonomía de Irlanda, pero su desarrollo quedó interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial. En plena contienda europea, mientras el Ejército británico estaba en el frente de batalla, los nacionalistas irlandeses se sublevaron en Dublín en lo que se conoce como el «Alzamiento de Pascua». Los inspiradores de la revuelta fueron capturados por soldados ingleses y enjuiciados por traición. Entre los ejecutados estaban los carismáticos hermanos Pearson, cabecillas de un levantamiento que serviría de impulso para avivar las llamas del separatismo y de acicate para unir a los irlandeses en un mismo empeño. En 1919 comenzó la Guerra de la Independencia y en 1922, con el acuerdo de paz, Irlanda se proclamó como Estado libre sin dominio sobre el Ulster, que quedó bajo la soberanía británica. El IRA se opuso al acuerdo con Gran Bretaña y mató al principal valedor del pacto, Michael Collins, que había asumido la Presidencia del Gobierno provisional. En 1948, el Parlamento de Dublín proclamó la República independiente de Irlanda. Los cincuenta años posteriores a esa fecha dejaron por el camino decenas de muertos. Los gritos que recibió ayer la reina Isabel II es una muestra de que la herida sigue abierta.
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