Elecciones andaluzas

Dos años y 37 juramentos

La Razón
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Lo de arriba no es el título de un bolero ni de una canción canalla de Sabina. 37 son las veces que consejeros, presidentes y portavoces de la Junta han pasado la mano por la Constitución en estos dos años largos de legislatura. Es el ritmo extraviado del metrónomo, dictado por la bicha de la crisis y el desplome de los proyectos socialistas. Aquí y en Madrid. Al fin y al cabo, la ida de Chaves, el auge de Griñán, la reducción de consejerías, el trastrueque de departamentos, no son más que el intento desesperado de parar el río de votos que se escapa por la alcantarilla. Y así está la Constitución por la que que nuestros consejeros, presidentes y portavoces pasan la mano prometiendo, por su «conciencia y honor», lealtad al Rey y mantener en secreto las intrigras del Consejo de Gobierno. Gastada como el talón del Gran Poder.
La ceremonia de toma de posesión tuvo en otros tiempos mansos la pompa de la excepcionalidad. El Monasterio de Santa María de las Cuevas y el Salón de Usos Múltiples del Parlamento eran una pasarela cotizada al alza. Ningún pretendido representante público, agente económico o curioso a secas se abstenía de pisarla. Ahora pasa eso mismo que en un aburrido día de toros. ¿Que de dónde vengo?, de los...
Esta legislatura va a batir récord en todo, menos en alegrías económicas. Lo dicho: 37 juramentos y siendo benévolos. Porque si contamos los cambios de viceconsejeros, directores generales, responsables de área, o los variopintos y numerosos cargos de confianza, entonces faltan dedos de las manos y de los pies de todo el Consejo de Gobierno.
Así es imposible llevar a cabo un proyecto político o de lo que sea. Alarmante es que Obras Públicas haya pasado por las manos de cuatro personas –iba a decir responsables, pero me he rectificado sobre la marcha– en 30 meses. Pero es que Justicia, ¡con los problemas que hay en la Justicia!, ha tenido tres consejeros distintos: Evangelina Naranjo, Begoña Álvarez y Luis Pizarro. Y de estos tres, por cierto, una es perito agrícola y al otro, el actual, no se le conoce ningún escarceo universitario. Otro tanto pasa con Educación: Teresa Jiménez, Mar Moreno y Francisco Álvarez de la Chica.
Es la legislatura de la adición, de la acumulación, del pataleo en el aire. Del hacer y deshacerse en fila o en testuto a toque de silbato político. Del peligroso bolero. Porque –y ahí va otro título– puede que éste no sea el último juramento.