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Alejandro Fernández: «Para hacer un buen vino tienes que ser un ligón»

Alejandro Fernández
Alejandro Fernándezlarazon

Lleva tres décadas dedicado a la uva, con un patrimonio de cuatro bodegas: Pesquera –su primogénita–, Condado de Haza, El Vínculo y Dehesa de la Granja completan la tetralogía de un hombre que sabe hacer vino carnoso, que logró enamorar al gurú Robert Parker y consiguió que «The Times» se rindiera ante su tempranillo tildándolo de «auténtico placer». Un almuerzo con Alejandro Fernández es recuperar la esencia y rotundidad de la mejor Ribera del Duero.

–¿Le llamo enólogo, viticultor, director técnico de Pesquera?
–¡A mí me llamas bodeguero! Y viticultor. De lo que más entiendo es de viñas, y de hacer un gran vino. Enóloga es mi hija. Con la experiencia de su padre, algo bueno hacemos juntos, ¿no?

–Cuatro bodegas... Pero ¿cuántas vendimias le contemplan?
–¡Desde niño, ni te cuento!

–Ha logrado que un pueblo de Castilla la Vieja se convierta en sinónimo de vinos de calidad en el mundo.
–Un vino puede resucitar una zona y la bendita culpa es de la Ribera del Duero. Yo hacía patentes de maquinaria agrícola, y cuando en el 72 me dio por plantar viñas y todos sembraban remolacha, los vecinos decían que estaba loco.

–¿Qué hora es buena para empezar a beber vino?
–A las 10h de la mañana ya está bien. Yo no desayuno, sólo bebo agua. Y cuando llego a la Dehesa de la Granja, me como un chorizo, un huevo o un filete...

–Lo que en Toro se dice «un cacho».
–¡Eso! Y claro, hay que acompañarlo con un par de copitas de vino...

–Y luego en la comida...
–Pues otras tres copitas, pero nunca sin comer. Como mínimo tiene que caer una botella al día.

–¡Es usted mi nuevo gurú!
–Entonces llegarás a mis ochenta años. Y eso que me hago grandes caminatas, muchos madrugones y más de doscientos kilómetros diarios en coche.

–¿Cuánto le debe Pesquera a Robert Parker?
–Habló maravillas de mi vino en 1982 y un día, comiendo con él, me dijo: «Eres la única bodega del mundo a la que le he dado 98 puntos y no ha subido el precio». Y le respondí: «Me alegro por sus puntos, pero yo sólo deseo que cualquier trabajador pueda hacer una fiesta con sus amigos alrededor de un Pesquera». La mayor fama me la ha dado el boca a boca.

–Pero lo que Parker da, al año siguiente puede quitarlo.
–¡A mí no me ha quitado puntos! Aunque tampoco le he llevado más botellas. El único secreto es trabajar, mimar la uva y no jubilarse nunca, ¡como yo! (risas)

–Es importante estar adscrito a una D.O , porque «Mauro» no lo ha necesitado.
–Pesquera podía estar dentro o fuera, pero cierto es que ha hecho famosa la denominación de origen de Ribera del Duero, ¿o no?

–Y el tempranillo sigue siendo su uva fetiche.
–¡Manda en mi casa!

–Y lo de echar un jamón a la fermentación...
–¡Es una guarrería! Como lo de echar perros muertos. Las uvas quieren limpieza. Después, hay que decantar poco a poquito el vino, hasta que se oxigene y quede limpio como el sol.

–Dicen los viejos de su zona que el hombre empieza a desnudarse cuando ve el fondo del jarro...
–Te contraataco con otro dicho: «La gente que bebe Pesquera se pondrá limpia y buena».

–Confiese: ¿un vino sin madera es como Groucho Marx sin bigote?
–Noooooo. Puede hacerse un vino joven rico, aunque a mí me gustan mayores. Dieciocho o veinte meses en barrica ¡lo bordan!

–Quien hoy no entiende de vinos, ¿es casi un analfabeto?
–(Risas) Hay muchos que creen que saben y no saben. Es muy sencillo: el vino tiene que estar limpio, oler bien y ¡estar cojonudo!

–¿Le han llamado alguna vez de una alta institución para pedirle consejo enológico?
–A mí nunca. Pero aquí vino el Rey y probó mi Paraje de la Golosa con el presidente de México.... Y se fueron encantados.

–A lo mejor la situación de Europa se arreglaría encerrando a sus dirigentes con unas cuantas botellas de Pesquera hasta tener las cosas claras...
–¡Hombre que se arreglaría, y rápido! Pero yo ya hago lo mío con Europa: mando muchos vinos a Alemania, Inglaterra, Rusia....

–Mi abuelo toresano no se fiaba de la gente a la que no le gustaba el vino.
–(Risas) ¿Es que hay alguien a quien no le guste? Hace treinta años pocas mujeres en España bebían vino.

–¡Pues mi abuela sí!
–Porque era de la Ribera; digo fuera de la zona. Yo les decía: bebe un poquitín; ahora un poco más... Pásatelo por debajo de la lengua. ¡Y como si hubieran bebido toda la vida!

–¡Usted era un ligón!
–¡Hombre! Si haces un buen vino como el mío, tienes que ser un ligón (risas).

–Pero se liga más con el suyo, porque el clarete es el hermano tonto del tinto...
–Yo hago un buen blanco de La Mancha, que lo he mandado a Alemania y lo confunden con un Borgoña... ¡Y a veces hago un clarete que si lo pruebas te caes de gusto!


 «Estaré en mis fincas hasta la vendimia. Después me iré a Estados Unidos a una cata de vinos. En la maleta no falta nunca un par de cajas de vino. ¿Dónde voy yo sin él?»