Iglesia Católica
José María Zabala: «Padre Pío fue el primer sacerdote con estigmas»
Esta semana sale a la venta la biografía del padre capuchino, famoso por sus milagros
MADRID - Para escribir sobre el Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), elevado a los altares en 2002 en la ceremonia de canonización con mayor número de fieles de la Historia, había que conocer el lugar donde aún se guarda memoria viva del capuchino italiano. José María Zavala se desplazó hasta allí. Nadie en San Giovanni Rotondo le ha olvidado.
- ¿Cómo se le recuerda en el convento donde pasó casi toda su vida?
- Con inmenso cariño. Hay fieles que siguen percibiendo el intenso perfume de sus estigmas como la mejor señal de que nunca les abandona, esa misma fragancia que dejó helado a más de un incrédulo.
- ¿Quedan muchas personas que le trataran íntimamente?
- Pocas, pero he tenido la gran fortuna de entrevistarlas. Como sor Consolata, una monja de clausura de 95 años que me recibió en el convento para relatarme episodios tan inolvidables como desconocidos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Igual que a Pierino Galeone, sacerdote octogenario con fama de santo, a quien el Padre Pío curó milagrosamente tras la Segunda Guerra Mundial. Todos ellos rompen por primera vez su silencio para hablar del Padre Pío en este libro.
- ¿Expresan alguna idea común?
- Todos coinciden en que él hizo lo mismo que Jesús en la tierra: convirtió a los pecadores, sanó a los enfermos, consoló a los afligidos… Cargó con la Cruz durante toda su vida para redimir a los hombres del pecado.
- ¿Quién fue el Padre Pío?
- Un regalazo que Dios hizo a los hombres en pleno siglo XX para que sigan creyendo en Él. Es imposible acercarse con sencillez y sin prejuicios a su figura y permanecer insensible. Conozco a mucha gente cuya fe estaba muerta por falta de obras y que por intercesión suya está ahora muy cerca del Señor.
- ¿Hay una relación entre sus horas de confesonario y los estigmas?
- «Todo es un juego de amor», decía él. De Amor, con mayúscula, por el prójimo; él sabía muy bien que lo mejor se compra siempre al precio de un gran sacrificio. El Padre Pío vivió «crucificado» durante cincuenta años con estigmas en manos, pies y costado que sangraban a diario. Semejante sufrimiento moral y físico era un medio infalible para liberar a muchas almas de los lazos de Satanás. Por eso mismo se pasaba a veces dieciocho horas seguidas en el confesonario.
- Como un nuevo cura de Ars...
- Ahí radica la grandeza de este hombre de Dios. San Giovanni Rotondo, donde vivió y murió, sigue siendo hoy un auténtico camino de Damasco por el que millares de pecadores retornan al Señor. Es el primer sacerdote estigmatizado en la Historia de la Iglesia, y con unos carismas que le hacen muy especial.
- «Haré más ruido muerto que vivo», comentó un día. ¿Qué quiso decir?
- Habría que preguntárselo a los centenares de personas en todo el mundo que por su intercesión siguen hoy convirtiéndose y/o curándose milagrosamente de una enfermedad mortal. Muchos de ellos aportan sus impactantes testimonios en este libro.
- Usted recoge algunas conversiones impactantes...
- Gianna Vinci me relató en Roma uno de esos milagros que le dejan a uno boquiabierto. En cierta ocasión, una mujer enferma de cáncer rogó a su marido, agnóstico, que la llevase a San Giovanni Rotondo, pues había oído que el Padre Pío obraba milagros. El hombre puso una condición: esperaría fuera de la iglesia. Así que entró sola la madre con su hijo de diez años. Gianna Vinci estaba allí y lo vio todo. La mujer se arrodilló en el confesonario del Padre Pío mientras éste indicaba al niño que avisase a su padre. El chiquillo obedeció: «¡Papá, te llama el Padre Pío!», le dijo en la puerta. Pero aquel rapaz… ¡era sordomudo! Emocionado, el padre acabó confesándose y su esposa quedó curada del cáncer al instante.
- ¿Cuál es el secreto de la popularidad de este santo?
- El Amor por los demás, insisto. El Padre Pío sigue recogiendo hoy los frutos de su siembra desde el Cielo. En Italia pude sentir el gran cariño que la gente profesa a este pedazo de santo. Al regresar a Madrid, mientras facturaba las maletas en el aeropuerto, un policía empezó a poner pegas. Pero en cuanto vio el retrato del Padre Pío que llevaba para un amigo, me dejó pasar con una sonrisa. «¡Menudo salvoconducto!», pensé.
- ¿Qué significa este libro en el conjunto de su bibliografía?
- Es sin duda mi obra más importante. Nunca había sentido tantos deseos de compartir con los lectores una experiencia que me ha marcado de por vida. Dicen que cuando el Padre Pío levanta un alma ya no la deja caer más. Pues eso mismo he comprobado yo en mi propia carne. Invito a todo el que quiera, por muy escéptico que sea, a conocer a este hombre de Dios. Le aseguro que no quedará indiferente.
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