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Simplemente la Ley por Alfonso Merlos
La Ley, nada más que la Ley, pero toda la Ley. En un momento en el que se resquebrajan algunos principios políticos y morales que habíamos dado por irrenunciables en la lucha contra el terrorismo, no podemos obviar que es obligación de los demócratas achicar hasta anular todos los márgenes de maniobra que intentan explotar institucionalmente los testaferros de ETA. Lo quieran o no socialistas y nacionalistas. Les apasione o no. La posición del PP ante el desafío que representa Amaiur no puede ser más coherente, oportuna, rigurosa y necesaria. Han perdido el juicio quienes entienden que hay que interpretar el reglamento parlamentario para favorecer a los concubinos de los prófugos Ternera, De Juana y Troitiño. ¿Cómo pueden pedir tolerancia los intolerantes? ¿Cómo pueden reclamar generosidad quienes se han entregado egoístamente al sucio negocio de la violencia ideológica? ¿Cómo pueden apelar al respeto de los engranajes más elementales de la democracia quienes han apostado por socavar los cimientos del Estado de Derecho? ¿Qué broma es ésta? No será ninguna sorpresa que Errekondo, Antigüedad y sus chicos consigan lo que buscan: más dinero y propaganda. Lo harán exprimiendo los recovecos y resquicios reservados para quienes defienden proyectos de convivencia y no proyectos totalitarios alimentados por el odio. Toca ir poniéndose la venda porque habrá casi con toda seguridad herida. Sólo la fortaleza ética del Grupo Popular que capitanea Alfonso Alonso determinará hasta qué punto se podrá cicatrizar y curar. Las leyes están para servirlas, no para que se sirvan de ellas quienes luchan por dinamitarlas. En su espíritu y en su letra.
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