Estados Unidos
Los republicanos tienden la mano a Obama
El presidente del Congreso se ofrece a discutir las condiciones del pacto fiscal y evitar la recesión
Que las mieles del triunfo le iban a durar poco en los labios al presidente Barack Obama era algo que estaba cantado. Apenas a unas horas de su victoria electoral, los republicanos –que conservan el control del Congreso– le han recordado que la política fiscal es primordial para que la nación se recupere de manera total y definitiva. Antes de final de año, el Ejecutivo y el Legislativo tienen que llegar a acuerdos muy relevantes relacionados con la subida de impuestos para las clases más altas, el déficit y el denominado «precipicio fiscal», por el que nadie desea que se despeñe el país.
Anticipando la negociación, los demócratas se han apresurado a lanzar el argumento propagandístico de que Obama había ganado las elecciones tras afirmar que las familias con ingresos superiores a los 250.000 dólares al año sufrirían una subida de impuestos. A decir verdad, la afirmación se ha convertido casi en el argumento monográfico de las últimas horas. Así, David Axelrod, consejero de Obama, ha insistido en que hay que negociar con el Congreso, pero que no se puede emprender el diálogo sin percatarse del resultado electoral, un resultado, por cierto, en el que su papel ha sido más que relevante.
Es exactamente el mismo mensaje que ha transmitido el vicepresidente, Joe Biden, en el sentido de interpretar la reelección de Obama como un mandato para subir los impuestos a las clases altas. Se puede discutir esa interpretación del voto, pero lo que no admite duda es que el panorama no resulta halagüeño. Por un lado, a final de año, concluye una serie de exenciones fiscales que se aprobaron en la época de Bush y, por otro, hay que abordar con energía el recorte del gasto público en torno a unas cifras que podrían llegar el próximo año a la suma de 800.000 millones de dólares si es que no más. La manera en que se acabe abordando tan delicada situación podría, según distintos economistas, precipitar a Estados Unidos en una recesión con las consecuencias que semejante circunstancia tendría para la economía mundial. En teoría, y de acuerdo con las promesas electorales de Obama, tendríamos que asistir a una reducción de los impuestos que pesan sobre la clase media y las pequeñas y medianas empresas y también a una bajada del déficit a partir del recorte de gastos y de la subida de los impuestos de las clases altas. Igualmente, debería abrirse un período de colaboración entre ambos partidos que pudiera encauzar la situación antes del 31 de diciembre. El problema es la concreción práctica de todos esos extremos.
La respuesta de los republicanos ha sido moderadamente conciliadora y en la línea de relanzar la colaboración entre ambos partidos. El presidente del Congreso, John Boehner, se ha apresurado a señalar que los republicanos estarían dispuestos a considerar la posibilidad de elevar los impuestos a las rentas más altas, pero sólo «bajo las condiciones correctas». Tras insistir en que los republicanos no buscan «imponer su voluntad sobre el presidente», ha añadido que buscan sacar lo mejor de un acercamiento «equilibrado» de Obama a la cuestión. En román paladino, esto significa que los republicanos no respaldarán una subida de impuestos para las personas solas que ganen más de 200.000 dólares y las familias que superen los 250.000 y que se inclinan por una nueva legislación fiscal que sea más justa, que dé menos oportunidades para evadir el pago y que contenga unas cuotas impositivas más bajas.
A juicio de los republicanos, todo eso debe ir acompañado de recortes en el gasto público aplicados sobre todo a programas de dudosa utilidad y gestión. Se trata de encontrar algo parecido a la cuadratura del círculo y de conseguirlo en una espacio de tiempo cercano al mes y medio. No va a ser nada fácil y, para colmo, de esa circunstancia pende también nuestro futuro económico.
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