Cataluña

Fina estampa por Cecilia GARCÍA

La Razón
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La figura estilizada anticipaba el milagro que no se logró en el ciclo isidril: Enrique Ponce toreó en Madrid con el verbo. Como si acudiese a Las Ventas, pulcro con el horario, a las siete en punto ya estaba a las puertas de la sede de este periódico. Seguro que hubiese preferido tener a un morlaco delante que a ese conjunto de palabras y frases con las que se acopló a la perfección. Se gustó y gustó. Fue una faena de las suyas: con temple, aparentemente sencilla a pesar de su dificultad, y brillante. Así lo entendió el respetable tras hacer el paseíllo con el maestro Alfonso Ussía bajo la dulce mirada de Paloma Cuevas, mujer que gana aún más en las distancias cortas. La esposa de Ponce sólo tenía palabras para su hija. «Muere por su padre», comentaba a Paloma Segrelles y a su hija. Después, con esa timidez que ninguno de los dos se molesta en ocultar, se diluyeron entre los que acudieron a escucharle. Eso sí, Paloma estaba muy pendiente de la llegada de su padre, Victoriano Valencia, todo simpatía.

Desde esa Cataluña que algunos quieren antitaurina llegó, acompañada de Monty Parera, Alicia Sánchez-Camacho, que saludó más que efusivamente a un ex compañero de partido, Eduardo Zaplana, que llegó junto a José Antonio Sánchez, director de Coordinación Institucional de Telefónica Internacional. Zaplana, hecho un pincel como siempre al igual que su sonrisa y con parecidas prisas con las que atravesaba el Congreso. A Sánchez-Camacho y a Zaplana les dio tiempo a diseccionar y dar una larga cambiada a la actualidad política.

Bellísima ejecución

El ex alcalde de Madrid y ahora presidente de la Junta Rectora del IFEMA, José María Álvarez del Manzano no se quiso perder la faena –insisto completísima, citando a Lorca, a Sánchez Mejías, y bellísima en su ejecución– de Ponce. Tampoco la teniente de Alcalde de Madrid, Ana Botella, a la que le subyugó, al igual que en el ruedo, el dominio de Ponce con las palabras: «Ha estado maravilloso al explicar cómo se unía la inteligencia del torero y la casta del toro para crear arte en movimiento». La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que no ocultó que había llegado tarde por compromisos anteriores, se lamentó «y lo he dicho repetidas veces» de la ausencia de Ponce en el ciclo isidril. Botella no pudo ser más explícita: «Sin duda, lo que se echó de menos en San Isidro fue a Ponce», afirmaba mientras saludaba al ganadero Juan Pedro Domecq, que le comentaba que quizá no le reconocía porque se ha dejado barba.

Un discreto Emilio Ybarra no perdía ripio de las palabras del diestro, al igual que Silvio González, consejero delegado de Antena 3, la dramaturga Paloma Pedrero y el empresario teatral Enrique Cornejo, la bailarina María Rosa o Beatrice d'Orleans, fan confesa de la pareja Ponce-Cuevas. Laura Valenzuela también cuando se recuperó de dos sustos: el primero, un tropezón a traición que no pasó a mayores al que le siguió una pérdida del bolso, que atentamente le ayudaron a encontrar los caballeros que la rodeaban.

El director del cine Antonio del Real abrazaba al magistrado, y colaborador de LA RAZÓN, Enrique López, con, todo hay que decirlo, una barba muy rejuvenecedora, ante la «pifia» del Senado para descartarle para el Supremo. «Tú te lo mereces». Parecido aliento encontró entre el resto de los invitados, mientras Enrique Ponce, con esa tranquilidad tan suya, se dejaba querer en una tarde en la que salió por una figurada Puerta Grande por las virtudes que siempre le acompañan: constancia, sencillez y arte, mucho arte.