Jane Fonda sexo en la tercera edad

Una luminaria madura de buen ver aunque ya en ligera decadencia protagoniza el filme que aparece bajo estas líneas y otra, todavía mayor y con mejor aspecto si me apuran (se trata de Jane Fonda: ¿será el quirófano o las inumerables clases de aerobic?) hace lo propio para la película que nos traemos ahora entre manos. Con unos resultados análogos, aunque ambas estén en en las antípodas argumentales: cinco septuagenarios con los inevitables problemas de salud deciden hacerle un quiebro a las espantosas residencias de ancianos e irse a vivir juntos. Pertenecientes a la clase media-alta, beben buen vivo y mejor champán, cenan apetitosos platos franceses (imagino), discuten sobre política o lo que se les ponga por delante, hablan de sexo sin tapujos (y ahí precisamente reside uno de los puntos fuertes de la cinta, oír a «Barbarella» hablar tan pancha de la masturbación) y recuerdan, de pronto, que un día fueron jóvenes e irresponsables y que el pasado está siempre a la vuelta de la esquina, acechando cualquier momento de armas bajas o debilidad. No nos engañemos: el máximo atractivo de este simpático, agradable, pero prescindible filme radica en el notable grupo de actores que lo protagonizan de manera generosa, sin vergüenza ni rubores. Son ellos (además de la Fonda, Guy Bedos, la tierna Geraldine Chaplin, Claude Rich y Pierre Richard) quienes nos dicen que, con o sin problemas de memoria, el hombre y la mujer llegan al último día con los mismos miedos, las mismas dudas y certezas que arrastraron durante toda la vida. No hay más.