Educación

Y el «Cojo Manteca»

La Razón
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Alos sindicatos estudiantiles les pasa lo mismo que a sus hermanos mayores, que desde hace seis años sestean plácidamente con la tranquilidad de quien sabe asegurada la subvención y la asesoría bien remunerada. Salvo para amenazar o llamar asesinos a los intelectuales y políticos que se arriesgan a conferenciar en la universidad sin el salvoconducto de la izquierda guerracivilista, los sindicatos universitarios no salen de su letargo y ronronean al arrullo de los señores rectores. Cómo será de profunda la modorra que todavía no se han percatado del tijeretazo social de Zapatero, recorte que de haberlo decretado Aznar en su día habría reducido a cenizas la universidad con sus rectores dentro. De todos modos, lo más preocupante de estos nuevos «Cojo Manteca» que están atocinados no es su complacencia con este Gobierno, sino su desidia para defender el principal derecho de los estudiantes: el de estudiar en la propia Universidad y utilizar las bibliotecas. A diferencia de lo que ocurría antes de que los ordenadores y los teléfonos móviles invadieran hasta el ámbito más recóndito, la mayoría de los universitarios ya no pueden preparar los exámenes en sus casas porque éstas han dejado de ser el reducto de silencio y de concentración necesarios. Así que desde hace algunos años, los jóvenes acuden en masa a las bibliotecas, únicos lugares donde existe el sosiego imprescindible para estudiar dos horas seguidas sin que suene el móvil, salte la alerta de Facebook o irrumpa la inoportuna mamá para preguntar si su niñito está bien. Pero sucede que las bibliotecas son pocas y se han quedado pequeñas, por lo que no es extraño que en ciudades como Madrid haya miles de estudiantes vagando de local en local en busca de una silla donde sentarse. Es muy frecuente que, en época de exámenes, a las siete de la mañana haya colas ante las bibliotecas del campus esperando a que abran las puertas para precipitarse sobre un asiento. Por eso resulta especialmente sangrante que la Complutense tenga cerrada una de las mayores bibliotecas universitarias de España. Mientras el rector Berzosa se dedica a gastar el dinero de los estudiantes en actos insultantes contra el Tribunal Supremo, está cerrada a cal y canto una dependencia imprescindible para los alumnos, los cuales se ven obligados a mendigar o procurarse mediante triquiñuelas un hueco en la Autónoma, la Politécnica o en cualquier otra institución. ¿Y qué hacen los aguerridos sindicalistas universitarios? Comer de lo que Berzosa cultiva y engrosar sus mantecas.