Crítica/ «El dios de madera»: Amores imposibles

Presentada, como la de la izquierda, durante la pasada edición del Festival de Málaga (ya ha llovido...), la nueva película del escritor y crítico cinematográfico Vicente Molina Foix intenta hincarle el diente a dos historias de amor cruzadas. Y dotarlas de pasión: la que viven Yao, un joven senegalés sin papeles, y una viuda madura de vida vacía, por un lado, y que que «padece» el hijo de ésta con Rachid, un espabilado buscavidas marroquí. Ambientado en Valencia, el filme resulta un tanto artificial y pedantillo, sobre todo por la abundacia de diálogos excesivamente literarios; cuesta creer, asimismo, la pasión arrebatadora que nace a bote pronto entre el personaje encarnado por una Marisa Paredes que hemos visto más feliz y entregada en otros trabajos y el que interpreta el honesto debutante Madi Diocou. De manera que, cuando, ya en el tramo final de la cinta, que arrancó con buenos trazos pero va ahogándose a medida que avanza, la protagonista pasa por un calvario sentimental y recupera de una vez su pasado, quizá el público piense que todo esto habría tenido una mayor fuerza, y sentido, en una novela.