París

Selección francesa sólo para blancos

En una reunión, el entrenador del equipo nacional, Blanc, abogó por aplicar cuotas para que no hubiese demasiados futbolistas «negros y árabes». Puso como ejemplo a España: jugadores bajitos y blancos 

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Si el microcosmos del fútbol es el reflejo casi nítido de la sociedad, fácilmente podría concluirse que ni siquiera el deporte popular por excelencia escapa en Francia al creciente y preocupante fenómeno de la «lepenización». A imagen y semejanza del tirón que, en plena crisis económica pero también identitaria, experimenta en el país galo la extrema derecha.
Esos postulados ultraderechistas, vehículo de desconfianza hacia «el otro», que son cada vez más palpables entre las capas populares y trabajadoras, decepcionadas por la gestión del actual Gobierno conservador y las promesas incumplidas en materia de inmigración, seguridad o empleo, estarían ganando espacio hasta saltar a los terrenos de juego.

Posiciones radicales, rayanas en el racismo y la xenofobia, que calarían incluso en el corazón mismo de los «bleus», la selección nacional gala, sumida estos días en un nuevo escándalo. Según la web de información Mediapart, la Federación Francesa de Fútbol (FFF) se habría planteado la instauración de cuotas en el fichaje de sus jugadores binacionales. Esto es, encontraría que en sus filas militan demasiados «negros y árabes», sin que su reclutamiento sea garantía de éxito. Un pensamiento peligrosamente cercano al del veterano líder extremista Jean-Marie Le Pen, que siempre ha arremetido contra la «sobrerrepresentación» de la comunidad negra en la selección nacional.

Conversación privada
Con estas afirmaciones, Mediapart abría la caja de los truenos a finales de abril. Y no sin pruebas. Sobre la mesa, unas grabaciones filtradas de una reunión privada de la dirección técnica de la FFF, celebrada en noviembre del pasado año, y en la que se evocaba la posibilidad de establecer cupos en los centros de formación para limitar así al 30% la presencia de jóvenes con doble nacionalidad. Por el temor real de que esas potenciales promesas, una vez preparadas en Francia, decidan abandonar y prefieran jugar en la selección de sus países de origen: Senegal, Camerún, Argelia…

En tela de juicio el «míster» galo, Laurent Blanc, que asistía entonces a su primera reunión del aparato técnico tras su reciente nombramiento. Envuelto en la conversación, el entrenador se habría mostrado favorable a aplicar oficiosamente esas cuotas, pero también habría propuesto, según las transcripciones publicadas, un nuevo criterio de selección en función de variables antropomórficas: «Tenemos la impresión de estar formando al mismo prototipo de jugador: grande, fuerte, potente. ¿Y a quiénes tenemos actualmente así? A los negros. Es un hecho», replica Blanc en esa grabación, en la que pone como ejemplo a «La Roja», donde los jugadores pequeños –y blancos– son mayoría. «Los españoles me dijeron: nosotros no tenemos ese problema. Negros, en nuestro equipo, no tenemos».

Consultados los expertos y analistas deportivos, se niegan a aceptar la existencia de un determinismo genético según el cual los deportistas de color fueran buenos corredores pero poco astutos y los de raza blanca menos corpulentos pero técnicos. «Prejuicios equivocados» que, sin embargo, están muy extendidos. «Los "bleus"no ganan porque no son buenos», concluyen.

Sin embargo, la publicación ahora de estas grabaciones, seis meses después, no sólo ha desatado una airada polémica, suscitando las más indignadas reacciones, sino también levantado sospechas por la oportunidad de su salida a la luz y su intencionalidad, a sólo unas semanas de las elecciones en la ejecutiva de la Federación. ¿Qué queda entonces del celebrado espíritu Black-Blanc-Beur (Negro-Blanco-Arabe) tras la victoria francesa en el Mundial de 1998 y que fue agitado como remedio contra el racismo y la exclusión? «Nada», asegura a LA RAZÓN Jean Marie Brohm, sociólogo del deporte, que no cree que aquel triunfo significara, como argumentó el Gobierno socialista de la época, el «éxito del multiculturalismo y de la integración étnica». Ni que aquel equipo mestizo en el que jugaban Zinedine Zidane, Liliane Thuram o Laurent Blanc (actual seleccionador) fuera la mejor imagen de una Francia «unida, fraternal y pacificada». «Un engaño y un mito», asevera este estudioso, que tampoco comparte que «Zizou», con sus regates y sus contorneos, «hiciera más que diez o quince años de política de integración», como dijo con exceso de optimismo un responsable político de aquel momento.

«Todo un espejismo», zanja Brohm, para quien el problema del fútbol francés, que siempre ha estado alimentado por la inmigración (italiana, polaca, española…), es también principalmente de orden económico. «Francia quiere ser una gran potencia futbolística capitalista», afirma. Por eso, y en vistas de la organización de la Eurocopa 2016, que acogerán doce estadios galos, tanto la Federación como el Gobierno se han apresurado a pasar página de un escándalo que por el momento sólo ha contribuido a avivar las tensiones en el banquillo de la selección y desatar las lenguas de antiguos seleccionados.

Blanc, la esperanza blanca

En las instancias de decisión, nadie niega las pruebas, aunque todos se han afanado en salvar a Blanc, en quien están depositadas las esperanzas de ver renacer un día una selección triunfadora. Tanto las declaraciones de tintes racistas y discriminatorias sostenidas por el director técnico nacional, François Blaquart, como por el seleccionador han sido condenadas al más alto nivel. El primero fue suspendido de sus funciones y parece que será la primera cabeza en rodar. El segundo, que ha heredado un grupo muy dividido tras la cuestionada labor de su predecesor, Raymond Domenech, ha recibido el apoyo de la ministra de Deportes, pero corre el riesgo muy probable de que el vestuario, a raíz de esta polémica, desconfíe de él.

Las sumarísimas investigaciones tanto del Ministerio como la interna realizada por la Federación, no sólo han exculpado a Blanc de toda sospecha racista, más allá de los torpes e inapropiados comentarios en una conversación que degeneró, sino que no existen pruebas materiales ni tangibles sobre proyecto alguno oficial u oficioso de instaurar un sistema de cuotas.

Y es que no corren buenos tiempos en la «Casa Azul», pues a su fracaso en el Euro 2008 y su más que dudosa clasificación para el Mundial de 2010 gracias a la mano de Thierry Henry, se vio azotada en Suráfrica por un fiasco deportivo que puso de manifiesto las fricciones entre jugadores, por sus orígenes sociales, pero también raciales. Entre blancos franceses de pura cepa y franceses de color –antillano–, y los de «origen inmigrante»: magrebíes, subsaharianos… portadores de doble nacionalidad. Un incidente que condujo a la expulsión de Anelka por proferir insultos contra el entrenador y supuso la bajada a los infiernos de la otrora aplaudida selección.

El ascenso de Le Pen
Según Brohm, el equipo nacional no puede permanecer impermeable a un contexto político general tan convulso y exacerbado. Al ascenso del Frente Nacional –Marine Le Pen llegaba a la segunda vuelta de los comicios presidenciales de 2012 desbancando a Nicolas Sarkozy en dos de tres encuestas realizadas–, a la estigmatización del islam resultante de leyes como la prohibición del burka y al debate sobre la identidad nacional. «El fútbol es un espejo de la evolución de la mentalidad francesa», asegura. Pero el problema del racismo en este deporte no es nada nuevo. «Al contrario, es algo cotidiano. Los insultos, las críticas y abucheos por el color de un jugador o por sus orígenes se ven casi todos los días en el campo, profesional y amateur. Hay un clima racista que se recrudece», analiza el sociólogo, autor de «El fútbol, una peste emocional», que apunta a las desigualdades sociales y económicas y al fracaso de la integración como origen de ese fenómeno.

«El fútbol es un catalizador del racismo pero también su expresión», resume con cierta resignación. El ascensor social que durante años habría servido para que jóvenes de medios humildes y desfavorecidos prosperen parece haberse quedado atascado.

 

Otras maneras de hablar francés
Henry, las Antillas
Uno de los mejores delanteros que ha dado el fútbol francés nació en París en 1977, cuatro años después de que sus padres emigraran a Francia para ganarse la vida. Su padre es de Guadalupe y su madre de Martinica. Creció en un barrio de emigrantes. Tiene una asociación contra el racismo.

Ribery o Bilal Yusuf
Franck Ribéry no tiene tantos problemas de identidad. Él nació en Francia y fue abandonado por sus padres al nacer. Se creía que iba a ser el sucesor de Zidane. Se casó con una francesa de origen argelino y en 2002 se convirtió al islam, cambiándose el nombre a Bilal Yusuf Mohamed.

Zidane, argelino
El mejor futbolista francés después de Platini nació en Marsella, pero es de ascendencia argelina. Se llama Zinedine Yazid Zidane y sus padres, Smail y Malika, argelinos, emigraron a Francia a finales de los sesenta. Vivieron en La Castellane, un barrio de inmigrantes magrebíes.

Abidal, Martinica
El jugador negro y francés del Barcelona es el lateral izquierdo de la selección francesa. Su ascendencia es de Martinica y esta temporada se perdió varios partidos de Liga porque tuvo que viajar hasta allí por la muerte de su abuelo. Ya ha sido convocado por Blanc para jugar en la selección.