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Cataluña A votar

La Razón
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Acaba de dar inicio la campaña electoral de Cataluña y todo parece indicar que más del cincuenta por ciento de los votantes no acudirá a las urnas y preferirá quedarse en su casa o irse de campo. Si he de ser sincero no puedo reprochárselo teniendo en cuenta que el posible ganador fue una calamidad empresarial que se atrevió a decir al Papa que Cataluña era una nación y no una región meridional mediterránea sin personalidad; que el actual presidente es un zote sin preparación alguna para gobernar que ha dejado la región como un erial, y que la cabeza de lista del PP regaña a su hijo cuando habla en castellano por lo que es de extrañar que se prevea que no ganará un solo escaño nuevo para su partido. Las razones se multiplican si a esto se le añade que además concurre un antiguo presidente del Barcelona que ha fichado a una actriz porno; Carmen de Mairena y un tal Anglada al que defiende un contertulio barbudo del que nunca consigo entender más de dos frases seguidas no sé si porque se ha tomado la pastilla equivocada o porque se le mete el pelo en la boca. Incluso Ciudadanos –que parece la opción más seria y constitucional– ha lanzado un anuncio publicitario en el que para votar hay que quedarse como tu madre te trajo al mundo lo que, en algunos casos, tiene su aquel, pero en otros constituye un verdadero pecado contra la estética más elemental. Sin embargo, a pesar de este panorama, yo creo que los catalanes deberían ir a votar en masa y las razones son numerosas. Por ejemplo, Cataluña es, según las agencias internacionales de calificación, la comunidad autónoma más insolvente de España, incluso más que Extremadura, Asturias o Andalucía. Su deuda pública –los «bonos patrióticos» del bachiller Montilla– no valen ni para envolver chopped y la prueba está en que ni un solo banco o caja que no sea catalán los ha comprado y menos aún lo han hecho los propios políticos catalanes. Además, Cataluña tiene, a pesar de las gigantescas transferencias de recursos que recibe a costa de otras partes de España, el 26,5% de la deuda de las comunidades autónomas, pese a no representar la cuarta parte de la población española y mucho menos la de su PIB. El nacionalismo catalán ha conseguido en tres décadas que el alumno más espabilado de una clase atrasada se haya convertido en el primero, pero del pelotón de los torpes y con amplias posibilidades de acabar en un reformatorio. Sé que son muchos, muchísimos los catalanes que se ponen enfermos contemplando este panorama y que luego echan pestes de sus paisanos. Pues menos protestar y más movilizarse. Por todo lo señalado y más, los catalanes no pueden abstenerse en las próximas elecciones. Del resultado de las mismas depende no sólo su bienestar y el de sus hijos sino el si podrán seguir siendo parte de España y no porque los nacionalistas vayan hacia la independencia –¿dónde irían que pudieran sacar tanto dinero?– sino porque hay creciente peligro de que el resto de España se harte y llegue a la conclusión de que, como los hijos vagos y gorrones, es mejor que agarren la puerta y se vayan. De modo, que menos quejarse y más actuar. Cataluña, ¡a votar!