Barcelona
Agüero destroza al Barcelona
Madrid- El Atlético es un equipo que hace de lo atípico la norma. Le sucede tantas veces lo contrario de lo lógico que ya no sorprende. Sólo en el Calderón podía volverse a ver una genialidad de Ronaldinho, un tanto espectacular de chilena. Y sólo el Atlético es capaz de dar la vuelta a ese gol en apenas diez minutos en un partido en el que no estaba haciendo nada, únicamente perseguir el balón, verlo, pero no tocarlo. Pero con Agüero los milagros son fáciles. El tanto de «Ronnie» se quedó en una anécdota comparada con el partido del argentino. Él solo desmontó al Barça y cortó su reacción, humilló a Milito y Puyol y firmó su mejor jornada desde que su camiseta es roja y blanca. Fue imparable. Aguirre le premió y al sustituirlo el Calderón se vino abajo. El ídolo lo es ahora un poco más.
Con dos intervenciones en la primera parte empezó su recital. Gaby Milito estaba haciendo un partido perfecto, impecable al corte, hasta que se encontró de frente con su compatriota. Agüero no necesitó tocar el balón para dejar en el suelo al defensa barcelonista. Hizo un leve movimiento a un lado y se marchó por el otro. Después la fortuna se puso de su parte y el disparo rebotó en Puyol y descolocó a Valdés.
Kun consiguió marcar en la primera media oportunidad que tuvo el Atlético. Hasta ese momento todo lo había hecho el Barcelona. Tenía el balón y mandaba, aunque era un dominio estéril, no acompañado de oportunidades. Con tener el balón no es suficiente. El conjunto de Aguirre aceptó su papel y Camacho, 17 años, debutante, no se cortó en la primera jugada. A los 20 segundos mandó a Etoo por los aires de una patada. Descaro no le falta al chaval. Su carácter fue el de todos sus compañeros. Simao bajaba a defender las subidas de Zambrotta y Forlán, en ocasiones, también estaba más tiempo en el área propia que en la contraria, que es donde hace daño.
La actitud era correcta, pero así, tan atrás, sólo defendiendo, no se puede ganar al Barcelona, ni aunque sea tan dócil como el actual. El Barça le faltó profundidad y sin Messi el problema se agravó. Rijkaard reservó a Leo y puso a Ronaldinho, el único de los tres atacantes que no es un «nueve», como delantero centro. Henry y Etoo se perdían en la banda. «Ronnie» estaba siendo de los mejores en el Barça, un regate, un pase en profundidad... Y la chilena que adelantaba al Barcelona. El gol debió tranquilizar al conjunto de Rijkaard y hundir al Atlético, pero es el Atlético... Pero estaba Kun.
Tras haberse tambaleado durante media hora el equipo rojiblanco le puso la pasión necesaria al duelo, agarrado al menudo cuerpo de Agüero. Es malo depender de un jugador, pero este Atlético es la mitad sin él. El «10» se sale de la norma. Su mente es distinta al resto y sus pies son capaces de ejecutar lo que le dice el cerebro. Tras anotar su tanto de rebote rozó el segundo en otro toque de pillo, un taconazo en el área que Zambrotta salvó bajo el larguero. Poco después la volvió a liar. El área es su zona preferida, pero fuera de ella también sabe moverse. Es impredecible y si no que se lo pregunten a Abidal y al resto de la defensa. Regateó al francés y vio el desmarque de Maxi con el rabillo del ojo un instante antes de darle el balón con el exterior del pie. La «Bestia» remató y el Atlético ya había dado la vuelta al resultado.
Un hombre no puede hacer un equipo, se dice, pero Agüero se empeña en demostrar lo contrario. Sus méritos no acabaron en la primera parte. El Barcelona estaba en plena reacción en la Liga y el Madrid sólo empataba en Huelva –después ganó–. Merecía la pena un sobreesfuerzo y sólo había un tanto de diferencia. Pero este equipo no es caliente. No se mueve por los sentimientos. Siempre juega más o menos igual. Depende de la inspiración y ayer no era su día. Estaba siendo el de Agüero y el «crack» del Atlético lo hizo definitivamente suyo. El Barça pensó que con su tran tran sería suficiente. Kun decidió poner un poquito más. Mientras los azulgrana se pasaban la pelota de forma plomiza, el «10» de los madrileños se dedicaba a dinamitar la otra portería. El dominió del Barça era ficticio, el rey era Agüero, que terminó de montarla. Se metió entre la zaga tras un pase de Forlán y Puyol no supo controlarse. El balón estaba dividido, pero el argentino es capaz de desquiciar a cualquiera. El capitán del Barça le puso el brazo en la espalda y le derribó dentro del área. Penalti. Forlán lo transformó. Messi ya estaba en el campo, pero la cuesta que tenían por delante era ya de dos goles. Aún había tiempo para la reacción. Etoo tuvo el 3-2 muy rápido y se encontró con una gran parada de Abbiati. A Agüero no se le habían acabado las balas, quedaba la mejor, la definitiva, el robo a Puyol, el engaño a Zambrotta y el tiro colocado al poste. El punto y final ideal. El Barça espabiló entonces. Marcó Etoo. El amor propio llegó demasiado tarde.
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