Sevilla
Año de medallas
La cosa empezó con los toreros, ilustres figuras del ruedo airadas porque a Fran Rivera le iban a dar una medalla, anunciando que devolvían las suyas. Peligroso se está poniendo eso de conceder medallas en una tierra tan dada al homenaje postinero y al tú me cuelgas yo te cuelgo, la medalla, claro. Luego llegó la medalla de la provincia de Sevilla a Miguel Bosé, que no vino a recogerla con lo que le quitó el bombo y glamour que se pretendía dar a la fiesta de la Diputación. En el fondo, si se fijan, cuando las medallas de Andalucía y otras condecoraciones de menor nivel (geográfico) siempre aparece la cuota del famoso de turno, llámese David Bisbal o Isabel Pantoja, por citar sólo a dos de los muchos famosos a los que se ha premiado desde la Junta. Han llegado las medallas de Sevilla y saltó la nota discordante de la mano de Alejandro Rojas Marcos que, antes de que se la dieran, la rechazó públicamente. Para que luego larguen quienes le bautizaron en su época por su gran actividad ante los objetivos de las cámaras mediáticas como «Kodac-marcos». El rechazo a la medalla ha permitido al mítico líder andalucista resurgir con fuerza ciclónica y con afilado verbo que invita a pensar en un muy deseado ajuste de cuentas. Que Monteseirín le otorgue la medalla a Rojas Marcos tiene mucho de insoportable sadismo político y, creo, que el veterano líder se ha percatado de ello. Por eso ha dicho no y ha ocupado páginas y tiempos informativos en estos días, vomitando bilis. Porque para Rojas, esa medalla, por venir de quien venía, lleva impregnada una gran dosis de humillación, ya que se pretendía certificar su defunción política tras haber sido víctima, junto a su partido el PA, no ya del PSOE sino de Monteseirín y su entorno. Y Rojas no olvida... ni perdona. Tuvo la oportunidad el PSOE de darle una medalla merecida a Rojas Marcos, la del Metro, pero o faltó generosidad o sobró egoísmo.
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