Caso Marta del Castillo

Asesinos sin escrúpulos y con un pie en la calle

La buena conducta o el trabajo en prisión provocan que muchos presos no cumplan íntegramente sus penas.

Asesinos sin escrúpulos y con un pie en la calle
Asesinos sin escrúpulos y con un pie en la callelarazon

MADRID- Como ocurrió con la pequeña Mari Luz Cortés, el nombre de Marta del Castillo, la joven sevillana de 17 años asesinada en enero por su ex novio, ha trascendido la tragedia para pasar a ser sinónimo de una reivindicación: que estos criminales no vuelvan a poner un pie en la calle. La cadena perpetua divide a políticos, jueces, psiquiatras y ciudadanos en general. Los detractores creen que supondría un paso atrás en nuestro orden constitucional. Los que la defienden recurren a algunas de las páginas más célebres de nuestra crónica negra para demostrar que las penas son insuficientes. resultado: las familias de las víctimas y sus verdugos pueden coincidir cualquier día en plena calle. Una de estas páginas fue escrita por Javier Rosado, el «asesino del rol». Siguiendo las normas de un juego de mesa, Rosado tenía 20 años cuando asestó 19 puñaladas a Carlos Moreno, un empleado de limpieza. En 1994 fue condenado a 42 años de cárcel. Desde 2008, Rosado, que ahora tiene 35 años, puede salir libre los fines de semana tras haber pasado 14 años en la cárcel de Soto del Real. Y es que Rosado pasó del segundo grado, que es cerrado, al tercero, en el que se otorgan permisos de fin de semana, y que supone el paso previo a la libertad condicional. Trabajar, recibir una formación o mostrar un buen comportamiento son claves para que la Junta de Tratamiento autorice una mejora de grado. De hecho, Instituciones Penitenciarias aclaró a este diario que los presos que «se encuentran en régimen de segundo y tercer grado, siempre que hayan extinguido una cuarta parte de la condena y hayan demostrado una buena conducta», pueden llegar a gozar de 36 a 48 días libres al año.El caso que sigue grabado a fuego en el imaginario colectivo es el de Miriam, Toñi y Desireé, tres jóvenes de Alcásser (Valencia) que hace 17 años salieron a divertirse a una discoteca pero nunca llegaron. Fueron secuestradas, brutalmente violadas y asesinadas. Antonio Anglés, el autor material de la ejecución, está fugado desde entonces. Su cómplice, Miguel Ricart, fue condenado a 170 años. Dentro de tres años prescribe el crimen, lo que significa que si Anglés no aparece antes nunca será juzgado por aquello.Libre en 2011Ricart saldrá en 2011 de la prisión de Herrera de la Mancha, aunque la Fiscalía de Valencia intenta evitarlo. En 2006 trató de aplicarle la «doctrina Parot», por la que estaría 15 años más encarcelado, pero la Sección Segunda no lo aceptó. En 2007 lo intentó de nuevo y la respuesta fue la misma, informa Loreto Ochando.La «doctrina Parot» ha supuesto un «parche» para aquellas condenas que se quedaron cortas. Establecida en 2006 por el Supremo, fue aplicada por primera vez sobre el etarra Henri Parot. Desde entonces, ha pasado de ser una medida de endurecimiento de condenas terroristas a extenderse a otros supuestos análogos. La doctrina estipula que los beneficios de reducción de pena se aplican individualmente en cada condena, no en el monto total. Así, Pedro Luis Gallego, el «violador del ascensor» condenado a 273 años por dos asesinatos y 18 violaciones, no saldrá de prisión hasta 2022, cuando podría estar libre desde el pasado diciembre. «Si se trata de que las penas se cumplan íntegramente, lo conveniente es legislar en este sentido, no dejar al paraguas interpretativo de los tribunales operaciones quirúrgicas. Son extensiones inseguras», comenta Antonio García, portavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura. Sobre la cadena perpetua, cree que «plantearía dudas desde el punto de vista constitucional. No sería lo más acorde con los principios de la dignidad humana y del derecho penal ilustrado». Y añade: «Las leyes no se pueden modificar desde el dolor, sino desde la flexibilidad, prudencia y racionalidad». Distinto es el caso de los menores. Pocos han olvidado a José Rabadán, el «asesino de la catana» que en abril de 2000 mató a sus padres y a su hermana con un sable mientras dormían. Tenía 16 años y fue condenado a pasar ocho en un centro. En enero de 2008, tras siete años, salió en libertad. Tenía 24 años. La jueza le rebajó la condena en casi ocho meses. La misma suerte corrió «Rafita», uno de los tres menores que, junto a un adulto, secuestraron, violaron, atropellaron y quemaron viva hace seis años a Sandra Palo, una joven disminuida de Alcorcón. Tras cuatro años internado en un centro de menores, «Rafita» quedó en libertad vigilada en2007. Según la legislación actual, un menor no puede cumplir más de ocho años de reclusión, sea cual sea la naturaleza de su crimen, además de que cuando cumple la mayoría de edad se borran sus antecedentes. Si durante la condena llega a los 18 añós el resto del tiempo ha de pasarlo en prisión. Otros presos esperan salir. Es el caso de Andrés Rabadán, el «loco de la ballesta». Este barcelonés tenía 22 años cuando, en 1994, asesinó a su padre disparándole cuatro flechas. El mismo año descarriló tres trenes de cercanías. El Supremo le condenó a 20 años de internamiento psiquiátricoal entender que estaba trastornado. Faltan cinco para que salga, pero Luis Borrás, psiquiatra forense y profesor en la Universidad de Barcelona, ha ultimado un recurso en el que recomienda su puesta en libertad. «Está prácticamente curado y reinsertado, más destruido por la reclusión que por ser un psicópata», comenta Borrás sobre Rabadán, que en la actualidad tiene 35 años. El psiquiatra recuerda que en la cárcel desarrolló un talento artístico: pintó cuadros (llegó incluso a exponerlos) y escrito varios libros. Algo insuficiente, eso sí, para lograr su redención.